Castigado por su amor romance Capítulo 457

Sabrina se sentó de mala gana. El hombre la agarró del brazo y le dijo: "No vayas a trabajar esta semana".

Sabrina se mordió los labios. "No fue fácil para mí conseguir este trabajo, así que no quiero tomarme más días libres".

"¡Como quieras!". El hombre hizo un gesto con leve molestia y luego volvió a preguntarle: “¿Qué pasó ayer en la empresa? ¿Las compañeras de la empresa te excluyeron?".

Sabrina no le respondió.

¿Qué debería responderle?

Después esta noche, su castigo aclaró un poco su mente. Había curado las piernas de Zayn, pero seguía siendo el mismo hombre cruel y frío.

Sabrina se levantó de la cama y luego le sonrió ligeramente. "No".

"¿No quieres decirme?". Él la sujetó por la cintura, impidiéndole marcharse.

Ella sacudió su cabeza. "No, sabes que siempre he tenido poco contacto con la gente en público y no hablo mucho, así que dijeron que era fría, nada más. Quiero seguir trabajando, solo son pequeños inconvenientes. No es nada".

En realidad, ella no quería que él lo supiera. ¿Qué beneficio obtendría si el asunto se saliera de control? No sería fácil encontrar otro trabajo si perdía este.

Él no insistió más.

La vio ponerse en cuclillas para recoger el camisón que llevaba anoche. Lo recogió y vio que no lo podía usar más. Su rostro se sonrojó de ira, y luego le arrojó el camisón a la cara. Después de eso, recogió la camisa que él se quitó ayer pero que aún no habían puesto a lavar, y se la puso.

"Me puse eso ayer. Está sucio y huele mal", dijo el hombre.

"¿Por qué te importa?". La mujer se puso la camisa y salió de su habitación a paso firme. El hombre se quedó sorprendido por un momento al ver la forma en que ella lo reprendió enojada.

No era de extrañar que tantos hombres en su compañía se enamoraran de ella al verla.

El hombre se levantó y fue al baño para darse una ducha antes de vestirse.

La combinación la hacía ver como una simple estudiante.

"¡Es perfecto!", dijo el hombre dominante.

‘¡Eso es lo que tú crees!’.

Sabrina odiaba no poder simplemente patear al hombre.

Pero le dolían los brazos, las piernas y todo el cuerpo, ¡así que lo dejó pasar!

Después del desayuno, Kingston llegó a tiempo para recoger a la familia de tres y primero llevó a Aino al jardín de niños. Cuando llegaron, el hombre no salió del coche. Fue Sabrina quien tomó la mano de Aino y caminó hacia el jardín de niños. Cuando llegaron a la entrada, Sabrina vio a la madre de Susan, la Señora Sear.

"Señora Sear, ¿ya entró Susan?”, preguntó Sabrina cortésmente.

La madre de Susan sonrió algo incómoda y luego preguntó: "Sabrina, ¿por qué no enciendes tu teléfono? ¿Te estabas escondiendo de nosotras?”.