Castigado por su amor romance Capítulo 544

Ninguno de los reporteros dijo una sola palabra cuando escucharon los gritos de dolor del hombre.

A pesar de que había arrancado el órgano reproductor sexual de un hombre, parecía que no había hecho nada fuera de lo común. Quitó el hollín de su cigarrillo, le pasó la pistola a Kingston casualmente y dijo: “Informale al hospital que no lo trate. Un hombre como él, que vivía de incriminar a las mujeres, no debería vivir como un hombre de todos modos”.

“Sí, Amo Sebastian”, respondió Kingston.

“Y está haciendo demasiado ruido. Haz que se calle”, dijo Sebastian casualmente.

El hombre que estaba acurrucado en un charco de sangre se calló de inmediato.

Se arrastró hacia Kingston y le preguntó llorando: “¿No había una respuesta correcta? ¿Me habría disparado el Amo Sebastian de todos modos?”.

Kingston puso un pie en su cuello y presionó con fuerza. “¡Ni siquiera eras humano! Ya era bastante despreciable que el grupo de mujeres se aliara contra la Señora, ¡pero tú eras un hombre!”.

“¿La Señora te conocía? ¿Ella te hizo daño de alguna manera? ¡¿Cómo pudiste retocar una foto tuya abrazándola y publicarla en línea para que todos la maldijeran?! ¿Saliste de una cueva en alguna parte? ¿No te dio a luz tu madre?”.

El hombre dijo: “Puaj…”.

¡Se arrepintió!

Sin embargo, no había lugar para el arrepentimiento en este mundo.

Él era el único que quedaba en el salón de banquetes que ahora estaba vacío. Los reporteros no se atrevieron a mirarlo, pero en cambio estaban mirando directamente a Sebastian y Sabrina.

Sebastian tenía un brazo alrededor de Sabrina y los dos caminaban lentamente hacia la puerta.

Sabrina se sintió como si hubiera despertado de un sueño, su mirada era clara e inocente.

Mientras se alejaban, Sebastian la sostuvo en sus brazos.

Él era alto y musculoso, mientras que ella era delgada y esbelta. Él era cruel y despiadado mientras que ella era callada pero igual de despiadada. Los dos eran una pareja hecha en el cielo.

Los reporteros se quedaron atónitos al verlos.

Entendieron que, incluso si Sebastian estaba allí, esta mujer, que era el objetivo del día, permanecía tranquila como el mar en calma. Su expresión era fría y serena, como si todo esto no tuviera nada que ver con ella.

Miraron a la tranquila Sabrina y pensaron que era un ratón muerto que no podía sentir el frío hace media hora.

Volvieron a mirar a la chica en los brazos de Sebastian y la encontraron excepcionalmente hermosa, sin importar cuántas veces la miraran.