Castigado por su amor romance Capítulo 668

"¿Qué...qué acabas de decir?". Sabrina parpadeó sin comprender. No podía creer lo que acababa de escuchar, pero al mismo tiempo, sabía que su audición estaba perfecta.

Además, Sebastian rara vez bromeaba, de hecho, nunca lo hacía. ¿Acababa de decir que le iba a poner los tacones delante de todos? Dio un paso atrás y tartamudeó: "Se...Sebastian, deja de bromear".

Sabrina no era una mujer dramática como para que un hombre la ayudara a ponerse los zapatos, por no hablar de que lo hiciera en público. ¿Qué pensaría la gente?

Él la miró con una expresión solemne y dijo: "¡Sabes que yo nunca bromeo!".

Sabrina tragó saliva.

Aino le dio un empujón a su madre y la animó: "¡Mami! ¡Date prisa!".

"¡Aino Scott!", murmuró Sabrina.

Aino siguió empujando a su madre hacia adelante mientras imitaba la voz de un adulto y decía: "Mami, ni siquiera yo pude hacer que Papi me pusiera los zapatos. Cada vez que se lo he pedido, dice que debo aprender a hacer las cosas sola y que no todo el tiempo tendré gente que me vista. ¡Bah! Parece que Papi trata a Mami mejor que a mí".

Sabrina se quedó sin palabras y se preguntó dónde su hija de cinco años aprendió a hablar con tanta madurez.

"¿Por qué? ¿No te gusta que trate bien a tu mamá?", la cuestiono Sebastian de repente.

"¡No! Jejeje, estoy muy feliz de que papi esté tratando bien a mami". Aino levantó una ceja, mostrándose orgullosa. Ella estaba muy feliz al ver como su papi trataba a mami como la reina que era. Extendió sus dos manitas regordetas para agarrar la mano de Sabrina y la llevó hasta una silla para que se sentara.

El interior de los tacones estaba cubierto con la piel de oveja más suave que jamás haya existido, y el exterior era de cristales azul cielo.

El diseño era elegante y fantástico, como un sueño de verano. La sencillez le dio un toque elegante y puro, pero el proceso de fabricación de los tacones no fue sencillo en lo absoluto.

Desde el diseño inicial hasta la moldura y los toques finales, cada pequeño detalle fue diseñado especialmente para los pies de Sabrina. A pesar de que los tacones tenían diez centímetros de alto, ella no se cansaría de usarlos.

Sebastian deslizó uno de ellos en su pie y susurró suavemente: "¿Qué tal? ¿Te quedan bien?".

Sabrina estaba anonadada. ¿Estaba soñando? Nunca había sido tratada así por un hombre.