Castigado por su amor romance Capítulo 719

¡Debía ser ella!

Asumiendo esto, se apresuraron a ese lugar sin perder un solo segundo.

¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios!

¡Tuvieron la suerte de llegar a tiempo!

En ese momento, Sebastian abrazó a Sabrina con fuerza contra su pecho.

"Sebastian...". Sabrina comenzó a sollozar.

Ella muy pocas veces lloraba, pero justo ahora, tras ser abrazada por él, las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. "Sebastian, pensé... que nunca llegaría a verte, ni a nuestra hija otra vez. Sebastian... ¿Aún sigo viva?".

"Sí", contestó Sebastian solemnemente.

"¿Estoy soñando?", volvió a preguntar.

"No".

"¿Cómo... cómo me encontraste? ¿Viste el mensaje de ‘SOS’ que te envié?".

Él negó con la cabeza.

Sebastian no había recibido ningún mensaje de ese tipo.

Al contrario, llegó a pensar que su teléfono se había quedado sin batería por las numerosas llamadas que le había hecho anoche.

"Si no recibiste mi mensaje, ¿por qué viniste?", preguntó con curiosidad.

"Por intuición. Estaba preocupado por ti", le explicó él.

"Sebastian...". Sabrina dejó de hablar de repente y enterró la cabeza en sus brazos.

Detrás de ellos, Coral, todavía sin entender, preguntó frenéticamente: "¿Qué... qué pasa? ¿Quién eres tú? ¿Cómo te atreves a causar problemas en mi territorio? ¿No sabes quién soy?".

Sin decir nada más, Sebastian miró a la mujer con indiferencia mientras terminaba su pequeño discurso. Tan pronto como ella dejó de hablar, él levantó su pierna y la pateó en el pecho. En un instante, una herida de veinte centímetros de largo apareció en el cuerpo de ella.

Sebastian no solía herir a los demás personalmente.

En los seis años transcurridos desde que se hizo cargo del Grupo Ford, lo evitó lo más que pudo.

Aunque fuera para enfrentarse a gente sin escrúpulos, hacía que sus subordinados se encargaran del trabajo sucio.

Y ahora, después de seis años, por fin rompió su racha agrediendo físicamente a una mujer.

Solo las personas más cercanas a Sebastian sabían que había cuchillos escondidos bajo las suelas de sus zapatos. Aunque rara vez los usaba, los cuchillos eran lo suficientemente afilados como para cortar huesos.

"Ay...". Coral se lamentó de dolor mientras miraba la herida de su pecho, que no dejaba de sangrar. Entre gritos de dolor, ella preguntó: "¿Quién…? ¿Quién eres tú?".

Sebastian respondió mirándola sin expresión: "El esposo de Sabrina Scott".