Castigado por su amor romance Capítulo 749

"Gracias." Sabrina y Sebastian se dieron la vuelta y se fueron. Fuera de la sala, Kingston y Aino habían regresado de comprar dulces.

La familia de tres y Kingston caminaban hacia los ascensores cuando escucharon un escándalo que provenía de la sala.

"¡Familia malvada! ¡Quiero despellejaros a todos vivos!".

"¡Pégale!".

"¡Pégale hasta que no pueda caminar!".

"Señorita Homme, venga aquí. La sujetaremos. ¡Puedes golpearla en la cara! ¡Esta maldita sinvergüenza de m*erda! ¿Cómo pudo obligarte a convertirte en una prostituta? ¡Quítale toda la ropa y échala a la calle desnuda!".

"Ay..".

"Ay...".

La puerta de la sala estaba cerrada.

Tanto Sabrina como Sebastian querían permanecer lejos de los problemas, no querían saber qué estaba ocurriendo allí dentro ni la gravedad del asunto.

Los tres y Kingston cenaron de forma sencilla pero feliz en la habitación del hotel. Aunque habían dormido de forma irregular durante toda la noche, se despertaron alrededor de las 7 de la mañana para desayunar. Prepararon sus maletas y Sabrina llevó la urna que contenía las cenizas de su padre.

Cuando salieron del ascensor y entraron en el vestíbulo, vieron a una gran multitud esperando fuera del hotel.

Todos los miraron con respeto.

La persona que estaba justo delante les miró y tenía una inmensa gratitud escrita en su cara: "Gracias, Director Ford. Recibimos los mil millones de dólares que donó a nuestro proyecto de caridad. Estoy muy agradecido con usted".

Sebastian dijo con calma: "Esta es la ciudad natal de mi querida esposa. En el futuro, puede dirigirse al Grupo Lynch si necesita algo".

"Muy bien, muy bien, muchas gracias".

Otro hombre siguió después y susurró unas palabras al oído de Kingston.

"Siento que por fin estoy en casa".

El hombre se quedó en silencio, pero la niña que estaba sentada a su lado abrió la boca: "Por supuesto, eso es porque tanto Papi como yo estamos aquí. Este es tu hogar".

La pequeña niña no tenía intención de decir algo emotivo, pero sus palabras no podían estar más cerca de la realidad.

"¡Sí! Dondequiera que estén tú y tu papi, ¡ese será mi hogar!". Sabrina asintió con una sonrisa, luego se acurrucó junto a Sebastian y miró el paisaje de afuera.

Lo único que le hacía falta era saber en dónde estaba su madre.

En un instante, Sabrina se llenó de melancolía, y esto, mezclado con el cansancio del camino, hizo que cerrara los ojos a medias y apoyara la cabeza en el hombro de Sebastian.

La mirada perezosa de Sabrina se despertó de repente cuando el coche circulaba por la carretera de su zona residencial.

Se incorporó inmediatamente. "Sebastian, yo... vi de nuevo a esa figura".