Castigado por su amor romance Capítulo 768

Sebastian se concentró en lo que ella tenía que decir, pero no la escuchó decir ni una sola palabra. Levantando la cabeza, vio que las mejillas de Sabrina estaban tan rojas como un tomate maduro.

"¿Te niegas a hablar?", resopló. "Si no me lo dices, tendré que castigarte esta noche".

La risa de Sabrina fue dulce y descarada a la vez. "Puedes castigarme, no me importa. Disfruto con tus castigos. De hecho, me gusta que me castigues".

Sebastian volvió a resoplar. "Eso es porque nunca te he castigado en serio. Si lo hiciera, no podrías dejar la cama durante una semana. Para entonces, el trabajo por el que tanto te admiran esas mujeres, ¿crees que todavía puedas con...?".

"¡No!". Sabrina levantó la mano y cubrió los labios del hombre. "Te lo diré, te lo diré, ¿de acuerdo?".

Sebastian la miró expectante. "De acuerdo, cuéntame".

"Jane me preguntó, cómo... cómo te controlo. Si tengo alguna técnica, físicamente, para hacerte tan complaciente…". La cara de Sabrina estaba de nuevo tan roja como un sol abrasador.

Sebastian se quedó sin palabras. ¡Ella lo controlaba! ¿Ella lo controlaba? Pero al ver su cara roja como un tomate, inmediatamente la llevó a sus brazos. "Te enseñaré ahora mismo cómo controlarme".

"¿No... no prometiste que no me castigarías...?". Antes de que pudiera terminar la frase, su boca fue cubierta por los labios de él. Esa noche, Sabrina estaba destinada a sufrir un castigo. Un castigo dulce y agradable.

Temprano a la mañana siguiente, ella todavía podía salir de la cama, contrario a las amenazas de la noche anterior. Se veía perfecta, su piel se veía suave y tersa, todo su ser irradiaba juventud y energía. Al sentirse totalmente renovada, sería más eficiente y estaría más motivada en su trabajo.

Estuvo ocupada toda la mañana. Cuando llegó la hora de comer, por fin tuvo tiempo de tomarse un descanso. Solo entonces recordó que sus dos buenas amigas se encontraban unos pisos más arriba. Dejó los documentos en su escritorio y subió para invitar a sus amigas a comer, solo entonces se dio cuenta de que ni Yvonne ni Ruth habían llegado al trabajo. Era extraño que ambas se ausentaran el mismo día.