Castigado por su amor romance Capítulo 942

Aino saltó sorprendida.

Sabrina y Sebastian miraron hacia la sala de hospital al mismo tiempo.

El doctor mencionó ayer por la tarde que Nigel se despertaría esta mañana.

Ambos bajaron inmediatamente de la cama y se dirigieron a la habitación a un lado. Cada uno sostenía una de las manos de Aino. Cuando llegaron, vieron a Nigel acostado en la cama, llorando como un bebé.

Nigel no se sorprendió al ver a Sebastian y Sabrina acercarse a él.

Miró a Sebastian con lágrimas brotando de sus ojos. “Sebastian, yo… ¿Cómo pude morir así? Yo… yo no soy como tú, todavía no estoy casado. Todavía quiero casarme con una esposa leal y fiel como Sabrina, yo… Yo ni siquiera tuve un hijo. Ustedes tres pueden estar juntos para siempre, pero, ¿y yo? ¡No puedo! Snif, snif, snif… Aún no he vivido mi vida plenamente. ¡No quiero morir!”.

Sebastian soltó una risa fría. "Si todavía tienes los ojos puestos en tu cuñada, ¡puedo enviarte al cielo de inmediato!".

Nigel reaccionó en ese momento. “Sebastian, ¿qué dijiste? ¿No estoy muerto?".

Cuando terminó su oración, sintió un dolor fuerte en su pecho. “¡Ay… duele, duele mucho! mi herida…”.

¿Dolor?

¿Podía sentir dolor?

Él…

Nigel levantó la cabeza y miró a Sebastian y Sabrina con sorpresa y felicidad. “¿Yo… estoy vivo? Esto... Esto no es un cementerio, y tampoco es el cielo, esto es...”.

"¡Un hospital!". Sabrina le respondió mientras lo envolvía con la manta. “Estuviste inconsciente desde ayer por la tarde. Por la medicación, por supuesto, pero ahora estás fuera de peligro. El cuchillo casi se clava en tu corazón, así que tuviste mucha suerte”.

Nigel dijo: "¿En serio…? ¿En serio, Sabrina?".

“¡Dirígete a ella como tu cuñada!”.

Nigel dijo: "No... No, gracias... Yo... soy un adulto, no me gusta comer... Mm, Aino, tú... solo guárdalos para ti, yo...".

"Oh, ay...". Un caramelo negro y redondo que parecía un montón de estiércol fue empujado sin piedad en la boca de Nigel.

Nigel estaba tan conmocionado que empezó a sudar frío, el sudor goteaba de su frente. Le preocupaba que apestará demasiado y terminará vomitando todo. Sin embargo, después de la conmoción, tuvo una expresión de sorpresa y euforia.

"¿Sabe dulce, Tío?". Aino levantó su cabecita y sonrió como una flor floreciente en primavera, y miró a Nigel con inocencia.

Nigel respondió con dulzura: “Así es. Tiene un sabor muy dulce”.

"Tu herida ya no duele, ¿verdad?", preguntó Aino de nuevo.

"Si, es correcto. Ya no duele”, respondió Nigel honestamente. Luego le reprochó. “Pequeña traviesa, no intentes engañarme de nuevo. ¡Soy tu tío biológico!”.