Cielo y Barro romance Capítulo 110

En el viento de la noche desatendido, Noelia sintió que sus hombros temblaban.

Sin embargo, de repente, una voz masculina fría y clara surgió a través de los auriculares, y sus ojos, que habían perdido el enfoque, se tensaron instantáneamente.

—Noelia, cálmate y escúchame —dijo él rápidamente.— Escuché todo lo que ustedes dijeron hace un momento. Solo necesitas ganar tiempo afuera por cinco minutos, estaré allí enseguida.

En el momento en que recibió una respuesta, Noelia sintió que el mundo se calmaba.

En sus auriculares, se escuchaba la suave respiración del hombre, y con ella, su corazón ansioso comenzó a relajarse.

En el otro extremo del teléfono, Antonio, notando el silencio, frunció el ceño y su frente tembló ligeramente.

—Noelia, ¿sigues ahí? —preguntó con el ceño aún más marcado, mientras el coche corría a toda velocidad en la oscuridad de la noche y él ponía más fuerza en sus pasos.

Noelia sintió que se calmaba un poco, miró en silencio a los hombres amenazantes a su alrededor, evitó rápidamente el contacto visual con un bate de béisbol y, tras tomar una profunda respiración, dijo en voz baja: —Estoy escuchando.

Tras una pausa, mordió su labio y añadió suavemente: —Está oscuro, conduce despacio.

Ella no esperaba que Antonio respondiera, pero al segundo siguiente, escuchó una afirmación clara en sus auriculares.

—Está bien —dijo él.— Espérame.

Noelia se sintió aliviada, tranquilizándose en silencio. Solo necesitaba ganar cinco minutos más.

Antonio estaría allí pronto.

Solo cinco minutos, parecía que no sería tan difícil.

Pero la intimidante presencia de los otros no le dio a Noelia mucho tiempo para dilatar. En un silencio tenso, la gerente, quien parecía notar algo extraño, con su excelente audición captó sonidos de alguien hablando a escondidas. Sin dudarlo, su ceño se frunció, y con una mirada tan aguda como la de un águila, fijó sus ojos en Noelia.

Ella apretó los dientes en secreto. —¿Quién está hablando?

Su mirada vigilante observaba cada movimiento de Noelia, hasta que finalmente, en la penumbra de la noche, captó sus labios murmurando algo. Un soplo de viento levantó ligeramente su cabello, revelando un pequeño auricular en su oreja.

En ese momento.

—¡Está llamando a la policía! —gritó de repente la gerente, apuntando hacia Noelia.— ¡Ustedes, deténganla!