Cinco años sin amor: El día que decidí ser yo misma romance Capítulo 45

Leandro tenía claro que, aunque Manoel supiera algo, nunca le diría a Camila dónde estaba él.

Sin embargo, una coincidencia así era difícil de creer.

Leandro bajó un poco su tono y preguntó de nuevo:

—¿A qué viniste aquí?

—No te importa —respondió Camila con desdén.

Recordando los extraños comportamientos recientes de Camila, Leandro no pudo evitar advertirle:

—Seguimos siendo esposos ante la ley. Tengo derecho a saber por qué viniste.

¿Esposos ante la ley?

Camila se burló en silencio. Así que, para él, siempre habían sido solo esposos de nombre.

Desde que se casaron, ella también lo sabía, lo sentía en el fondo, pero escucharlo de su propia boca tenía otro peso, la golpeaba de una manera que no esperaba.

De todas formas, ya nada de eso le importaba. Estaba tan cansada que ni siquiera podía sentir dolor.

—¿Recibiste el acuerdo de divorcio? —preguntó Camila, enfocándose en lo único que le interesaba en ese momento, lo único de lo que podían hablar sin rodeos.

Leandro ya sentía que la palabra “divorcio” le taladraba los oídos de tantas veces que la había escuchado últimamente.

Antes, cuando ella se enojaba, sabía controlarse y se calmaba sola. Ahora, simplemente no paraba.

Sin paciencia, él se acercó un paso y, levantando la mano, le sujetó la barbilla.

—Camila, ¿no será que te he consentido demasiado?

—¡Ay! —Camila se quejó de golpe, por el dolor.

Leandro alcanzó a notar que, bajo el pañuelo que llevaba al cuello, parecía tener una gasa pegada.

—¿Qué te pasó en el cuello?

Intentó quitarle el pañuelo para ver, pero Camila se apartó rápidamente.

—No es nada.

Justo en ese momento, al esquivar su mano, él rozó la zona herida. Aunque la lesión no era grave, la gasa ahí resultaba demasiado llamativa, así que había decidido cubrirla.

—¿Qué te pasó? —insistió Leandro, con el ceño fruncido y el tono serio.

—Eso no te incumbe —le soltó Camila, ya harta de la conversación.