Esquizbel. . .
Llego a Palacio lo más rápido posible, no tengo ninguna intención de permitir que Zahra, abra su enorme boca y me delate. Me hacen pasar a uno de los pequeños salones, allí se encuentra la familia real en pleno; Zabdiel, Isabella, Zahir y Hayffa.
Todos, menos Isabella, me miran fijamente y con mucha seriedad.
-Buenas tardes- saludo sin ninguna reverencia.
-No tienen nada de buenas- exclama tajante el idiota de Zabdiel.
-Lo mismo creo- sonrío con malicia- sin embargo debo cumplir las normas de educación. Hayffa, que gusto saludarle- ella no dice nada, solo me regala una trémula sonrisa- Excelencia- digo paseando mis ojos por el hermoso Caftán que luce Isabella, es amarillo, imponente, hermoso y le queda muy bien- que hermosa luce. Lamento mucho la locura cometida por mi prima. No es bueno dejarse arrastrar por los impulsos, me alegra saber que nuestra Reina está bien.
-Gracias- responde ella con una inocente sonrisa.
-Dinos algo- la voz de Zahir reclama mi atención, me giro hacia él y está observándome como intentando detallarme- ¿tuviste algo que ver en todo esto?, ¿ fue tu idea deshacerte de Isabella.
-¡Jamás!- dije de inmediato- Mis deseos sobre mi señora son de. . .otro tipo.
-Mantén tus deseos lejos de mi esposa, porque es mía, jamás lograrás tenerla.
-Alá prosperará el deseo de mi corazon- respondo con una enorme sonrisa.
-En ese caso- me dice Zabdiel- te arranco el corazón con mis propias manos.
-No te hagas el inocente, sabemos la clase de hombre que eres.
-Entonces deberías saber que no miento, nunca oculto mis intenciones y siempre doy una misma cara. No tengo ninguna intensión de lastimar a la Reina.
-Pero sí al Rey- dice Zahir retándome.
-Esa es otra historia, querido primito. Ya tendremos tiempo para discutirla, aunque estoy seguro de que ya lo hemos hecho. Ahora si me lo permiten me gustaría ver a mi prima.
-Sabes cuál es la pena al crimen que ha cometido- me dice Zabdiel con ojos empequeñecidos.
-Así es, sé que el genocidio se paga con muerte. Solo espero que su Majestad tenga algo de clemencia para con su sangre.
-¿Acaso la tuvo ella con la suya?, me ha herido, lastimado y traicionado. No le debo nada- guardo silencio al igual que todos, un silencio sepulcral- ¡Haimir!- el Jeque, es el primero en hablar- acompañen al . . . señor, hasta las mazmorras.
Me retiro, no sin antes dedicarle una mirada muy ardiente a Isabella, quién tuvo que contener a Zabdiel, ya que amenazaba con destrozarme mi hermosamente prodigioso rostro.
Las mazmorras son una asquerosidad insalubre. Tienen años abandonadas, son oscuras, húmedas y lúgubres.
Abren la puerta y de inmediato logro divisar a Zahra, su caftán esta mugriento y su rostro igualmente sucio por la mezcla de las lágrimas y el lodo. Entro y la puerta se cierra a mis espaldas.
-¡Esquizbel!- gime- ¡sabía que vendrías!- me abraza y la dejo hacer.
-¿Cómo has sido tan tonta, Zahra?
-¡Estaba desesperada, necesitaba hacer algo!
-Pero ese no fue un plan inteligente, mírate ahora cómo estás. . .
-¿Me matarán verdad?- me mira suplicante.
-Eso creo, cariño- le acaricio el rostro- sabes que se castiga severamente este delito.
-¡No quiero morir!- solloza y siento lastima por ella.
-Al menos puedes decidir cómo hacerlo.
-No entiendo- me dice confundida.
-Zahra. . . puedes dejar que ellos te maten como un animal o. . . ponerle tu misma el punto final a esto y Alá bendecirá tu valentía- remuevo mi túnica y le extiendo una daga- demuéstrales que no gobiernan en ti, que no son tus Soberanos. . .
-Pero yo- su quijada tiembla- quiero vivir.
-Leyes son leyes, Zahra. Zabdiel, está sumamente enojado por lo sucedido, sinceramente no creo que te perdone- ella no toma la daga así que la dejo sobre el sucio catre- es tu decisión, yo solo intento solucionar tu sufrimiento. Igual todos moriremos en algún momento Zahra, unos antes, otros después pero a todos nos espera el mismo fin.
Zabdiel. . .
Me encuentro acostado en mi cama, con mi amada abrazada a mí y sin embargo no puedo contener todos mis pensamientos y sentimientos.
¿Cómo es posible que haya tenido a mi enemigo durmiendo bajo mi techo, comiendo de mi mesa?
No hubiese podido soportarlo si a mi amada Isabella, le hubiese ocurrido algo. La abrazo con fuerza y ella ubica su cabeza en mi desnudo pecho.
-Te amo, mi amor- su dulce voz me tranquiliza.
-No lo hubiese soportado sí. . .
-Nada ocurrió, Zabdiel. – pone dos de sus dedos sobre mis labios- no te atormentes más, mi amor- observo su brazo vendado.
-Supiste defenderte tan bien, mi señora.
-Tengo grandes motivos para querer vivir- deja un suave beso en mi pecho- mejor duerme, mi amor.
-No puedo. No sé cómo solventar lo de Zahra, es mi sangre pero tú eres mi mujer- acaricio su vientre- él es mi hijo, no puedo pasar esta ofensa por alto.
-Solo déjala que se vaya a su casa. Prohíbele la entrada a Palacio, con eso será suficiente.
-Nada será suficiente, mi amor. Intentó asesinarte y contigo a nuestro hijo- siento como se estremece- le corresponde la pena de muerte.
-No podré llevar su sangre en mi conciencia, no podré volver a dormir en paz si declaramos pena de muerte sobre ella, mi amor- me mira directamente a los ojos.
-Ya ordené todo para su juicio- digo contrayendo la mandíbula. Tendré que juzgar a mi propia sangre.
-¡Qué Alá nos ayude!- fue lo que dijo Isabella, antes de que unas lágrimas resbalaran por sus mejillas.
Dos enormes tronos estaban ubicados en los patios frontales de Palacio. Era un espacio enorme.


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