Conquistando al Hermano de Mi Exnovio romance Capítulo 260

Juana inmediatamente sintió que los ojos se le enrojecían, llena de pánico.

Abrió la boca, pero no sabía qué decir.

Quería detenerlo, quería decirle a Wálter que no se fuera, pero aún recordaba cómo lo había herido aquella noche.

Juana pensaba que, después de la traición de Koldo, nunca más podría amar. Aunque los hombres a su alrededor no faltaban, ninguno logró despertar en ella lo que una vez había sentido.

Solo por Wálter.

Pensaba que no sentía nada por él, pero poco a poco se dio cuenta de que no era así.

Sin embargo, Wálter era tan perfecto que sentía que no lo merecía.

Esa noche, se sintió cobarde y lo rechazó.

Desde ese día, Juana sintió que su vida había quedado en un estado de desorden.

Hasta que hoy, en la boda de Martín y Angélica, se enteró de que Wálter se iría a Nación de Solana a estudiar.

Fue en ese momento cuando se aterrorizó por completo.

Al escuchar a Wálter decir que probablemente no volvería, el corazón de Juana se sintió como si hubiera sido atravesado por un acuchillo, y el dolor le recorrió el pecho.

—¿Tú...?

Abrió la boca varias veces, pero no sabía qué palabras usar para retenerlo.

El megáfono volvió a sonar, anunciando a los pasajeros que aún no se habían registrado que lo hicieran lo antes posible.

—Me voy. —Wálter la abrazó suavemente. —Te deseo lo mejor, que encuentres a alguien que realmente te guste.

Dicho esto, se dio la vuelta.

Y finalmente, desapareció en la puerta de embarque, ahora desierta.

Juana salió del aeropuerto completamente desorientada.

El chico que había sido tan bueno con ella ya no aparecería más.

Las lágrimas caían en silencio, sin que pudiera oír nada ni ver nada.

Era como si el mundo entero ya no tuviera relación con ella.

Un auto se acercaba a ella, tocando la bocina fuertemente.

Juana no lo escuchó, caminaba distraída hacia el centro de la calle.

De repente, una fuerza la tiró hacia atrás.

Juana cayó contra un pecho firme, y en sus oídos retumbó una voz llena de reproche: —¿Cómo vas a cruzar la calle sin mirar? ¿Y si te atropellan?

Ella levantó la cabeza incrédula, y vio frente a ella su rostro, el rostro de Wálter, con sus ojos brillantes como estrellas:

—¿Tú... no ibas a embarcarte?

Wálter la rodeó con sus brazos, sus labios, finos y encendidos, se curvaron en una sonrisa cálida, como los rayos del sol en primavera, disipando el dolor en su corazón.

—No me voy.