Cuando el Amor Llega Tarde romance Capítulo 17

Cuando las palabras salieron de su boca, Pedro no pudo contener las lágrimas.

Sus ojos se llenaron de un brillo acuoso, y con la voz temblorosa, agarró la manga de Leticia, suplicando, —Leti, ya entendí, fue un error. Prometo que no volveré a seguirte sin tu permiso. Por favor, no me eches…

Al ver que cada vez más personas se giraban hacia ellos, Leticia decidió que no valía la pena alargar la escena. Sin decir más, lanzó la lonchera directamente al basurero a sus pies.

—Si tanto te importa tu lonchera, mejor no vuelvas a traerme nada.

Con estas palabras, apartó con firmeza la mano que la sujetaba, giró sobre sus talones y se marchó con el rostro imperturbable.

Pedro, al verla alejarse, se llenó de pánico. Ni siquiera se molestó en recoger la lonchera que había acabado en el basurero; lo único que le importaba era seguirla rápidamente.

Mientras tanto, Vicente y Belén ya estaban en el restaurante.

Vicente hizo su pedido primero y, luego, le pasó el menú a Belén, —La próxima semana habrá una reunión en mi empresa, y se permite llevar acompañante. ¿Quieres venir?

—Claro que sí. —respondió Belén tras hacer su pedido y devolver el menú al camarero, —No podría soportar verte solo y abandonado mientras todos los demás están acompañados. Ya que me lo has pedido, haré el sacrificio de acompañarte.

Vicente la miró con fingido disgusto y, tras una breve pausa, comentó, —Está bien, si tanto te pesa, buscaré a alguien más que quiera acompañarme.

Acto seguido, sacó su celular, simulando que iba a enviar un mensaje. Ante esto, Belén lo miró con incredulidad.

—¡Solo estaba bromeando! ¿De verdad me vas a quitar el título de "acompañante oficial"? ¡Qué cruel eres!

Así, entre risas y bromas, terminaron su comida. Al regresar a la oficina, Leticia ya se había ido.

Sin embargo, desde aquel día, Leticia pareció volcar toda su atención en Vicente. Cada día le enviaba flores y comida, incluso sabiendo que él siempre terminaba tirándolo todo a la basura. Pero nada parecía desanimarla; su persistencia era inquebrantable.

—Chente, ¿por qué estás aquí solo? —la voz de Leticia sonó cerca, cargada de un entusiasmo que no encajaba con la incomodidad de Vicente. Ella lo miraba con una mezcla de afecto y picardía, su sonrisa perfectamente ensayada, —¿señorita López no te acompañó hoy? Ya lo decía yo, esas chicas de la alta sociedad no tienen sinceridad. Mira, ni siquiera quiso venir contigo a esta fiesta.

Vicente ni siquiera levantó la mirada. Sin alterar su expresión, se levantó con la intención de buscar otro lugar. Sin embargo, Leticia lo siguió de inmediato, como si estuviera pegada a su sombra.

Después de un incómodo tira y afloja, Vicente se detuvo y la miró, visiblemente fastidiado, —Si tienes algo que decir, dilo de una vez.

Su inesperada rudeza dejó a Leticia momentáneamente desconcertada, pero rápidamente recuperó la compostura.

Con una sonrisa forzada, comenzó a hablar, —Chente, desde que te fuiste, he tenido mucho tiempo para reflexionar. Antes pensaba que estaba enamorada de Pedro, y sé que te herí. Lo siento mucho. Pero en estos cinco años sin ti, descubrí que perderte fue mucho más doloroso que cuando Pedro se fue. Me di cuenta de que, en realidad, siempre he estado enamorada de ti. Lo que sentía por Pedro no era amor verdadero, solo una obsesión del pasado.

—Chente, ¿podrías darme otra oportunidad para enmendar mis errores? —preguntó Leticia, su voz temblando ligeramente, como si cada palabra saliera cargada de esperanza y temor.