Luisa
Este día no hay audiciones, no hay nada, simplemente es despertar normal en el piso, con un ligero dolor de cabeza por desvelarme y con el único motivo de salir a trabajar y hacer manicuras a clientas que me cuentan sus tragedias.
Tomo la ropa más cómoda que tengo, una camiseta y unos vaqueros azules, me doy una ducha rápido donde no me lavo el cabello, y después de vestirme salgo de mi habitación para ver el piso completamente iluminado por los rayos del sol. Al parecer Salma aún no se ha despertado, por lo que paso con cuidado frente a su puerta, me dirijo a la sala a tomar mi bolso y abro la puerta para salir de ahí.
―¡Ves te dije Larry! Es perfecta.― Escucho a Carlos que se encuentra justo en frente de mí al abrir la puerta.
―¿Qué dem…? ¿Qué haces aquí?
―Vine a verte Luisa de Sade.
―Sí ya vi, pero son las ocho de la mañana ¿cómo es que te ves tan perfecto?
―Bueno, tengo mis trucos.
Un hombre un poco mayor que él, de cabello rubio y ondulado se acerca a Carlos y le da lo que parece una foto de una chica. Luego la pone a mi lado y sonríe.
―Si se parece, señor.― Le contesta y yo le quito la fotografía.
Al verla, veo a una hermosa chica de cabello rubio, lacio con ojos iguales a los míos y una sonrisa que podría decir fue sacada de un catálogo.
―Larry no me creía cuando ayer le conté que había encontrado alguien igual a mi ex prometida.
―¡Oh! Seguimos con eso, pensé que en la borrachera se te había olvidado.
―No, jamás olvido, sobre todo si es un buen plan.
―Es pésimo plan lo que quieres hacer.
―Dime tus razones.
―Te puedo dar tres.― Contesto segura.― Una no soy rubia, dos no soy una lady y tres estabas ebrio cuando lo pensaste.― Digo mientras cuento con mis dedos.
Volteo para darme la vuelta y entrar a mi piso cuando él me toma del brazo.― No espera, escúchame, te lo pido.
Vuelvo a verlo, en su atractivo rostro se refleja una sonrisa que finalmente me convence de que voltee a verle y preste atención.
―Sólo te pido que me escuches, por diez minutos, si dices que no, ya no vuelvo a molestarte.
Por unos segundos nos quedamos en silencio viéndonos, su mano aún está sobre mi brazo y su sonrisa aún no se borra.
―Está bien, pero no tengo mucho que ofrecerte aquí… ― Digo señalando mi piso.
―Te invito a desayunar, conozco un lugar.
―O.K.― Cierro la puerta y camino hacia el Mercedes Benz donde Larry, nos abre la puerta.
―Él es Larry es mi valet.― Me presenta.
―¡Guau! ¿Te sabes la del lago de los cisnes? ― pregunto y él sonríe.
―No esa clase de valet señorita de Sade.
―Lo sé, sólo bromeaba.
―Lo sé, pero le puedo decir que me sale un Pas de deux espectacular.― Contesta y me cierra el ojo haciéndome reír.
―Me agrada Larry.― Comento y Carlos sonríe.
Entro al elegante Mercedes y mientras me acomodo Carlos hace lo mismo del otro lado, voltea a verme y puedo ver como tiene maquillado el ojo morado que le dejaron ayer por el asalto.
―¿Cómo amaneciste del golpe? ― Pregunto y él se lleva los dedos hacia el ojo y lo toca un poco.
―Mejor, gracias, y antes que nada quiero pedirte una disculpa por lo que viste ayer, no suelo ser así.
―Está bien, supongo que a todos nos pasa un poquito ¿no?
―Supongo.
El carro se adentra en la ciudad dejando atrás los pequeños rincones y lugares que conozco, de pronto todo cambia y empiezo a ver gente vestida un poco diferente a mi y edificios con fachadas un poco más detalladas y complejas. Carlos va en silencio, observando el paisaje al igual que yo, sólo que supongo que sus ojos no ven lo que ven los míos.
Larry se mete por un callejón en la parte de atrás y luego se para justo en frente de la puerta de la cocina.
― Tienes algo con los callejones ¿Cierto? ― Bromeo.
―No, pero por ahora no me pueden ver contigo Luisa, no hasta que escuches lo que te voy a pedir.
Después de abrirle la puerta a Carlos, Larry regresa de mi lado y me la abre a mí y con toda la educación del mundo me invita a salir haciéndome sentir como una toda una dama.
―Gracias Larry.
―De nada, señorita de Sade.
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