Muy enojado, Ares sale de la sala de seguridad y se dirige a su oficina. Debe pensar con cabeza fría que hacer. No podía creer como una persona que hasta hace una semana se convertiría en monja para servir a Dios, pudo haber hecho semejante atrocidad.
Rápidamente, entra a su oficina, sin siquiera saludar a Lina, que lo llama varias veces para entregarle la pequeña caja que le dejó Aurora.
La chica ve a su jefe enojado, y sabe que no debería molestarlo, pero su curiosidad la incitó a abrir la caja y al darse cuenta de la costosa joya no le parece prudente quedarse con ella por más tiempo.
Toca a la puerta con algo de miedo.
—¡Largo! ¡No quiero que me molesten! —Grita desde afuera Ares, que le hace cuestionarse a Lina si seguir insistiendo o no, pero prefiere aguantar el regaño a tener que seguir responsabilizándose de una joya tan costosa.
Abre la puerta, y sin pasar asoma su cabeza y le habla desde allí.
—Señor...
—¡Te dije que no quiero que me molesten, Lina! ¿Acaso eres sorda? —Le grita a la chica que se asusta, pero no piensa irse de allí hasta entregarle el anillo.
—Lo sé, señor, pero es que le dejaron esto y creo que es importante.
Ares, que está sentado con la cabeza sobre el escritorio, la levanta levemente y observa la pequeña caja que le muestra la mujer, reconociéndola de inmediato.
—¿Quién te dio eso?
—¡La joven que estuvo en su oficina el otro día, señor! —Se acerca y tímidamente deja la caja sobre el escritorio. —Me pidió que se lo entregara, y que le dijera que se disculpaba por todo.
Ares furioso toma la caja y la lanza contra el suelo, haciendo que el anillo se salga y rebote por el lugar.
Lina, asustada, sale de la oficina rápidamente, sin intención de involucrarse más.
—¿Acaso esa tonta cree que puede librarse de mí tan fácilmente?
...
Sale rápidamente, rumbo a la casa de su aún prometida para arremeter contra ella y que pase lo peor…
Apenas llega, toca el timbre y Esther apenas abre, lo deja pasar, indicándole que Isaías está en la sala.
—¿Y Aurora? —Pregunta con prepotencia
—En su habitación, señor. ¿Quiere que se la llame?
—No es necesario yo mismo iré por ella…
—No creo que sea prudente que suba…
—¿Y quién eres tú para decirme a mí lo que es prudente o no? —Reacciona muy mal Ares ante la sugerencia de Esther que siente un escalofrío al ser observada de forma despreciable por él. Ares, sin dudar, se apresura a subir las escaleras, pero Aurora que viene bajándolas lo hace detenerse…
Ares pensaba decirle mil cosas horribles cuando la viera, pero esa mirada tierna y gentil lo enmudecen, mientras que Aurora sentía su espalda erizarse del miedo al ver la mirada fría y llena de odio de aquel hombre.
—Esther, ¿quién llego? —Pregunta Isaías, que se acerca rompiendo el silencio incómodo del lugar. —¡Oh!, Ares… eres tú. No sabía que vendrías… ¿Acaso es por lo de la boda? La última vez tu madre dijo que la boda sería en una semana, pero luego me llamo para decirme que todo se retrasaría, por asuntos de carácter urgente que tenían que arreglar con la empresa, y aún no he recibido ninguna noticia.
Ares no deja de mirar a Aurora fijamente, aunque Isaías le ha hecho una pregunta.
—No. Yo he venido por Aurora, mi madre seguramente hablará después con usted.
—¿Por Aurora? ¿Acaso tendrán una cita?
—No. Yo vengo por qué su hija…
—Si —Lo interrumpe Aurora de inmediato. —Ares me invitó a salir y yo acepté. Ha venido por mí. No te molesta, ¿cierto, papá?
Ares la mira con desprecio, pero Aurora solamente quiere evitarle una preocupación a su padre. Pudo sentir en la mirada de Ares que quiere venganza, y por lo que sea que haya venido a buscarla, si ella es la responsable de algo, debe ser la única que asuma las consecuencias. Su familia no tiene por qué verse involucrada, y menos su padre.
—¡Para nada! Por el contrario, me encanta que quieran conocerse. Vayan, vayan… tranquilos. Baja la chica las escaleras, para despedirse de su padre con un beso, e irse con Ares sin saber lo que le espera.
No han terminado de cerrar muy bien la puerta al salir, cuando Ares la arrincona contra la pared, presionando fuertemente sus hombros, haciendo que Aurora chille…
—Eres una m*****a manipuladora. Ahora me doy cuenta de que con tu cara de mosca muerta finges ser muy buena persona, pero no eres más que un lobo con piel de oveja. Descaradamente, le mientes a tu padre. ¿Por qué? ¿Acaso no quieres que se entere de que tiene a una asesina por hija?
Aurora abre los ojos de par en par, a punto de llorar por las palabras de Ares.
—Jamás fue mi intención hacerle daño a ese bebé. Solo Dios sabe todo lo que oro por su alma…
—Pues no le ores a Dios, órale al diablo, pero por tu alma, para que sea castigada eternamente. ¿Y adivina quien será tu diablo?… —No termina de hablar cuando suena su teléfono, pero lo ignora, y se centra nuevamente en Aurora… sigue sonando su teléfono y muy enojado lo saca para apagarlo, pero al ver el nombre de Vanesa varias veces en la pantalla intenta devolverle la llamada al encontrar un mensaje de texto.
*Me iré… solo quería despedirme…
Apenas marca, contestan de inmediato.
—Vanesa, ¿qué pasa?, ¿qué significa ese mensaje? Sabes que aún no puedes salir del hospital, estás muy débil. ¿Y cómo es eso de que querías despedirte de mí?, ¿de qué hablas?...
Aurora que escucha todo lo que está diciendo Ares que aún la sostiene con uno de sus brazos contra la pared. Intenta descifrar que puede estar pasando entre la pareja.
—De que me iré… me iré muy lejos… —Le dice Vanesa, quien tiene en frente a Jazmine asegurándose de que cumpla sus órdenes.
—¿Qué?, ¿y nosotros?
—Es que no hay un nosotros…
—Estás de broma, ¿no?
—Lo siento, Ares, pero ya no puedo seguir con esto. Después de tanto pensarlo, y con todo lo que ha sucedido, entendí que tú perteneces a un mundo totalmente diferente al mío, y ya no soporto tener que lidiar con ese mundo. Perdí a mi hijo, y jamás te tendré a ti. Si me quedo tendré que compartirte con otra mujer, y tu madre seguirá menospreciándome; y la verdad es que no estoy segura de que mi amor sea tan grande como para tener que seguir humillándome. Creí amarte, pero con la pérdida de nuestro hijo, entendí que me amo más a mí, así que por favor no me busques, porque no quiero volverte a ver ni a ti, ni a tu familia, ni a la mujer con la que vas a casarte.
—Y si tan poco es tu amor por mí ¿por qué me hiciste creer lo contrario?
—Admito que el dinero me deslumbro, pero ahora ni siquiera todo el oro del mundo lo vale—Ares queda destrozado por esas palabras, y Vanesa cuelga y de inmediato apaga el teléfono, dejando a Jazmine con un sin sabor por tanto dramatismo, pero al final si eso servía para que su hijo se alejara de esa mujer, lo aceptaba.
Ares lanza el teléfono contra la calle, dejándolo completamente destrozado, y se ensaña aún más con Aurora, considerándola su punto de quiebre, la toma por el cuello, con tanta ira, que parece que en cualquier momento se lo romperá, pero por alguna razón verla sufrir de esa manera no lo hacía sentir mejor. Era una mezcla de sensaciones que no podía descifrar. Sentía que la odiaba por todo el daño que le había causado, pero no era capaz de lastimarla con sus propias manos, y se odiaba por ello. La suelta y la chica respira con dificultad. Intenta recomponerse, pero Ares la toma del brazo y la arrastra hacía su auto, pues mientras decide que hacer con ella, primero debe detener a Vanesa, y exigirle una explicación de frente, y mirándolo a los ojos.
Toma el teléfono completamente roto, y sube al auto, sacando un teléfono de repuesto que tiene en la guantera, para pasar la tarjeta del que daño a este. Aurora se toca el cuello con ambas manos, dando gracias al cielo de que la salvara de la furia de ese hombre, pues por un momento pensó que moriría ahí mismo; sin embargo, no entiende aunque pretende hacer Ares. ¿A dónde la lleva? ¿De verdad es tan cruel y despiadado? No... al final no le había hecho nada. o... ¿Tal vez quería deshacerse de ella en un lugar donde no pudieran verlo?
—Señor... ¿A dónde me lleva? —Pregunta con voz temblorosa, llena de miedo al pensar en todas las posibilidades de que él quiera realmente acabar con su vida...
Ares la mira de reojo con ira, sin contestarle nada, fijándose en algunas marcas rojas que ha dejado en su cuello, arrepintiéndose por dentro de lo que estuvo a punto de hacer, pues él podía parecer duro y cruel, pero jamás sería capaz de matar a nadie. Aurora necesitaba un castigo, y el se lo daría, pero antes debía enfrentar a Vanesa.
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