En el aeropuerto, Ares y Aurora esperan en la sala VIP para abordar el avión.
Ares habla por teléfono con Lina, aunque ya es muy tarde, encargándole que ayude a Oliver quien ocupará su puesto durante el mes que él no estará, y también recordándole acerca del encargo que le pidió, refiriéndose al investigador privado para saber sobre Vanesa. De vez en cuando mira de reojo a Aurora, que se queja en silencio por su tobillo que está bastante inflamado. De pronto, por las bocinas de la sala, se anuncia el tan no deseado viaje para ambos, pues en el fondo, Ares prefería estar buscando a Vanesa por su propia cuenta, pero ya lo había intentado y era demasiado orgulloso para tomarse tantas molestias por una mujer que resultó ser una completa desconocida. Y Aurora no tenía ninguna curiosidad por saber lo que le esperaba en la tan mencionada "luna de hiel", como la llamó su ahora esposo.
—Pasajeros del vuelo 453, con destino a Aruba, abordar por la puerta 2. —No paraban de repetir por las bocinas, y Ares se dirige a la puerta de abordaje, asegurándose primero de que Aurora también lo hiciera y no planeara escaparse, pero la chica ya había aceptado su destino, y lo único que deseaba era llegar rápido al asiento del avión para poder descansar su pie.
Ares se desespera al verla cojear, y aunque una parte de él, quería arrastrarla al avión, otra, simplemente sentía algo de pena al verla en ese estado, pero él mismo se repetía mentalmente que se lo merecía.
Cuando por fin, abordaron el avión, y se ubicaron en los asientos de primera clase que les fueron reservados por Josué, son interrumpidos por una azafata que les ofrece varias bebidas. Ares pide un whiskey y Aurora no se atreve a pedir ni agua. La pobre ni siquiera emula palabra alguna, por miedo a desatar la ira de su esposo con cualquier acción. Sin embargo, Ares termina pidiendo por ella…
—Por favor, traiga un poco de agua y un analgésico. —Dice arrepintiéndose casi de inmediato, pero no era un hombre que se retractara por tonterías.
Aurora se sorprende al ver que cuando la azafata vuelve, le entrega el agua y el analgésico a ella por un gesto de Ares. No se atreve a tomárselo, así que los sostiene en la mano, sin saber que más hacer...
Ares, que parece indiferente, nota la acción…
—¿Qué esperas?, ¿qué te lo dé en la boca? —Dice mientras revisa la guía de viaje, sin dedicarle una sola mirada a su esposa.
Aurora lo observa confundida, y este aunque no la mira, puede sentir la mirada penetrante de la joven sobre él.
—No creas que esto significa que me preocupo por ti. Simplemente, deseo que tu torpeza no me robe el placer de ser yo quien te haga sentir dolor.
Aurora se traga de inmediato el analgésico, un poco confundida por la acción del hombre que tantas veces ha jurado hacerle daño, y del que le parece poco creíble que se interese en su mejoría solo para hacerla sufrir después. Saca de su bolso, una pequeña biblia y empieza a leer mentalmente. Ora por toda su familia, pero sobre todo, ora por Ares, para que Dios aplaque su ira y le muestre resignación por la muerte de su hijo.
Ares, por su parte, se recuesta sobre el asiento, e intenta dormir, pero durante las 8 horas que duró el vuelo, no hizo más que tener pesadillas sobre el accidente aéreo en que su padre murió. Odiaba volar, pero jamás lo demostraba.
Cuando se bajan del avión, una guía turística llamada Marina los espera, y los lleva hacia una villa enorme con vista al mar.
Aurora queda completamente asombrada, pues a decir verdad, pensó que se hospedarían en un hotel.
—La señora Jazmine me pidió que apartara para ustedes la mejor villa del lugar. Esta es muy elegante y espaciosa, cuenta con 7 habitaciones, 2 de ellas para el servicio, una cerca a la cocina y otra cerca al cuarto de herramientas; piscina, balcón, jacuzzi, un enorme patio trasero con cancha de tenis y básquetbol, parrilla al aire libre, gimnasio, dos salas de estar, un estudio, una sala de juegos, y como pueden ver, queda muy cerca al mar…
—¿No es algo grande para dos personas? —Pregunta tímidamente Aurora, que de inmediato se arrepiente al ver la mirada asesina de Ares sobre ella.
Marina le sonríe amablemente a Aurora.
—Es por eso que tendrán todo un equipo de empleados a su servicio.
—¡No es necesario! —Exclama Ares de inmediato y ninguna de las dos mujeres entiende a qué se refiere.
—¿Se refiere a los empleados, señor? —Le pregunta Marina.
—Así es. Quiero estar solo con mi esposa, no necesitamos a ningún empleado. —Empieza a caminar hacia el interior de la casa, observando cada rincón sin mostrar ninguna expresión
Marina, quién no entiende como un hombre recién casado puede ser tan indiferente con su esposa, ayuda a Aurora a subir las escaleras de la entrada.
—Señor, no creo conveniente que se queden sin empleados. Esta casa es demasiado grande. Si la cantidad es lo que le incomoda, puedo decirle a dos o tres personas que vengan día por medio a limpiar y a cocinar.
—¿Acaso está sorda? —La mira Ares, a punto de perder la paciencia. —Dije que no quiero a ningún empleado merodeando este lugar...
—Pero, la limpieza...
—Yo me encargaré de eso. —Marina, sin nada más que decir, simplemente asiente, obedeciendo las órdenes de su cliente.
—Espero entonces se sientan muy a gusto. Sus maletas están arriba en su habitación, y la despensa tiene todo lo que necesitan. Si no es más, me retiro. —Aurora le sonríe sutilmente y Ares ni siquiera la determina.
La mujer sale, bastante enojada, pensando en que los ricos eran una m****a, después de cómo fue tratada por su actual cliente con ínfulas de Dios.
Apenas se quedan solos, Ares mira a Aurora con desprecio, y luego empieza a subir las escaleras. La chica se queda inmóvil con la cabeza gacha sin saber qué hacer. Ares entra a casi todas las habitaciones, hasta que encuentra las maletas, toma la de Aurora y sale al pasillo y observa a la chica que aún está de pie en el primer piso, y lanza la pequeña maleta, que se abre en los aires, y libera la poca ropa de la chica que muere de vergüenza al ver incluso su ropa interior caer al suelo.
—Dormirás en el cuarto del servicio que queda cerca a la cocina. Lleva allí tu horrenda ropa, prepárame algo de comer y luego tráemelo. ¡Y no demores!
Aurora cojeando recoge las pocas prendas de vestir que tiene, y las mete en la pequeña maleta que se rompió al caer del segundo piso. Busca su habitación, y aunque está muy cansada por volar toda la noche, de inmediato sale a la cocina, observando la nevera y la despensa llena de alimentos. Prepara un rico omelette con panqueques, un café expreso americano, jugo de naranja y corta algo de fruta para acompañar. Todo estaba delicioso, pues Aurora era una muy buena cocinera, ya que en el convento le habían enseñado, y solía preparar comida en grandes cantidades para repartir a los pobres todos los domingos.
Toma una bandeja para comida que adorna con un par de lindos claveles que toma de un florero lleno de ellos.
Sube cojeando, las escaleras, quejándose de vez en cuando, preocupada más, por qué la bandeja de desayuno no se le caiga. Se le hizo una eternidad, pero cuando ya estuvo arriba, se tomó su tiempo para respirar y tranquilizarse, pues incluso sudó un poco por el gran esfuerzo que le supuso.
Sin saber en qué habitación está su esposo, toca varias veces las puertas, hasta que en una de ellas, se le da la orden de pasar.
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