De pronto suena el teléfono de Ares, y al ver que es Vanesa, se aleja de inmediato de Aurora, y ella aprovecha para salir…
Nerviosa, y sudorosa, se va a casa sin siquiera despedirse de su hermana, pues lo único que quiere es huir de ese lugar.
No entendía por qué ese hombre se burlaba de ella de aquella manera, pero la ponía muy nerviosa, y por su mente habían cruzado tantos pensamientos inequívocos, e inaceptables para una novicia, como el de poder ser realmente su esposa, lo que le hacía sentir que traicionaba a su hermana.
Al llegar a casa, sube de inmediato a su habitación, pero su madrastra se da cuenta de su llegada, y va a su encuentro.
—¿Qué pasa?, ¿por qué has llegado sin saludar?, ¿y Adriana?, ¿todo ha ido bien? —La inunda de preguntas Eloise, al irrumpir en su habitación.
—¿Eh? ¡Madre! —Se asusta la joven
—¿Qué tienes?, ¿por qué estás tan nerviosa? —Se acerca sigilosamente a su hijastra, mirándola con los ojos entrecerrados, presintiendo que algo malo ha pasado, y no puede evitar pensar en su hija. —¿Es Adriana?, ¿le ha pasado algo?, ¿dónde la has dejado? ¡Contesta! —Le exige zarandeándola de un lado a otro.
—Madre, por favor. Yo solamente he regresado a casa, Adriana se ha quedado en el trabajo.
—Y… con Ares, ¿qué ha pasado?
—Será mejor que ella te cuente.
—¡Insolente! —Le da un bofetón que consterna a la joven, pues no cree haber dicho nada malo. Pero Eloise solo quería tener una razón para golpearla, y cualquier excusa estaba bien para ella. —¿Cómo puedes contestarme de esa manera? ¿Eso es lo que te han enseñado en ese maldito convento?, ¡De que sirve que tengas el rostro tapado, si la boca no la puedes controlar!
—¡Madre! —Se toca el rostro, que le arde por el gran golpe, que ni siquiera la toca había podido minorar.
—¡Deja de llamarme madre! ¡Sabes que no lo soy! ¡Tu madre está muerta!, si quieres llamar madre a alguien, ve a decírselo a su lápida. —Sale de la habitación, ofendida, como si le hubieran hecho el peor de los atropellos.
Aurora llora desconsolada, empapando la tela que cubría su rostro, confundida, y triste, sintiéndose más sola que nunca.
Ella conocía bien a Eloise, y al regresar creyó que podía soportar sus malos tratos, pero ahora que los volvía a padecer, estaba considerando en regresar al convento, y tomar los hábitos de una buena vez.
***
Ares, contesta su teléfono, olvidando por completo a la novicia que aprovecha y huye de él.
—Amor… —Escucha la voz seductora de Vanesa que lo convierte en una persona totalmente diferente. Cariñoso y amigable. —Perdón por llamarte a esta hora. Sé que estás trabajando, pero como anoche no me llamaste, pensé que había sucedido algo. —Dice para saber si la madre de Ares había aprobado su matrimonio.
—¡Lo siento!, es que se presentaron varios problemas que debía solucionar, antes de explicarte todo.
—¿A qué te refieres?
Ares toma asiento, y sin otra opción le cuenta todo a Vanesa, muy preocupado de su reacción, pero se sorprende al recibir una respuesta totalmente opuesta a la que él creía.
—No pienses que me hace feliz la idea de que tengas que casarte con otra, pero considero que por ahora es lo mejor.
—¿Y lo dices así, tan calmada?
—Tu madre no me quiere, y sé que no somos rival para ella. Si lo pienso detenidamente, esta es la mejor opción. No soy tan egoísta para permitir que pierdas todo lo que te pertenece, y por lo que has trabajado. ¡Si tengo que sacrificarme, lo haré! Además, confío en ti, y sé que un papel no significa nada. Es a mí a quien amas. —Le dice a través del teléfono, mientras observa por la ventana de su casa, que su esposo no llegue y la encuentre hablando.
—No puedo creer que tenga tanta suerte. Otra en tu lugar habría preferido dejarme.
—Te amo demasiado, prefiero verte con otra, antes que apartarme de ti. Sin embargo, no soy tonta, si vamos a seguir el juego de tu madre, ella también debería seguir el nuestro.
—¿De qué hablas, amor?
—No puedes dejar que ella sea quien te escoja una esposa, y te recomiendo que para casarte, pongas tus condiciones.
—Ya lo había pensado, querida. Es por eso que ya tengo una candidata.
—¿Y tu madre está de acuerdo?
—¡Lo estará!
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque es una tonta, que planea convertirse en monja, y a la que mi madre aprecia
—¿¡Que!?, ¿casarse con una chica así está permitido?
—Mientras no tome los hábitos, ella puede renunciar y hacer una vida normal. Y, es que, es la chica perfecta, habla poco, es obediente, temerosa, tímida, parece algo tonta, y es de buena familia. La hija de la mejor amiga de mi madre, de seguro no se opondrá
—Y… ¿Es bonita? —Pregunta Vanessa, quien no podía permitir que Ares cayera en los encantos de otra mujer.
—No lo sé. No he visto su rostro…
—¿Nunca la has visto?
—De niña, cuando tenía unos 5 años, y no era nada agraciada. Sin embargo, ahora, literal no he podido ver su rostro, pues siempre lo lleva cubierto
—¿¡Que!? —Se sorprende Vanesa, porque no entiende lo que le cuenta Ares.
—Debido a su situacion religiosa, no muestra su rostro.
—¿O quizás es tan fea que no quiere que la vean? —Comenta Vanesa, convenciéndose cada vez más, de que esa es la mujer que debería casarse con Ares.
—No lo sé, ni me interesa. Para mí la única belleza que existe es la tuya. Es por eso que si me caso con esa chica, planeo hacerle entender que deberá obedecerme, y que tú ocuparas su lugar, aunque no estemos legalmente casados, ella no será más que una fachada, para que mi madre nos deje en paz.
—Por eso te amo. Siempre piensas en todo. Eres tan inteligente… Esa chica no será más que una tonta que caerá en nuestras redes, para ser manejada como una marioneta a nuestro antojo. Seguiremos juntos, y obtendrás todo lo que te pertenece, y ni tu madre ni nadie podrá contra nosotros, una vez obtengas la herencia y des por terminado ese matrimonio. Seremos los dueños absolutos de Walton’s Car, y por fin tendré lo que siempre soñé…
Ares se sorprende un poco por las palabras de Vanesa, jamás pensó que pudiera ser tan calculadora y ambiciosa.
—Hablas como si solo, te importara el dinero
—¡Cariño, por supuesto que no!, me importas tú. —Afirma la chica, al ver que se dejó llevar, expresando en voz alta todos sus deseos.
—¿Y por eso actúas de forma tan calculadora? ¿Por mí? —Ares no puede evitar sentir algunas dudas. Durante toda su vida muchas personas se acercaban a él por dinero, y escuchar a su novia hablar de esa forma, le hizo suponer que por un momento, ella podía estar con él, por eso, aunque quizás solamente eran ideas suyas, pues Vanesa siempre rechazaba sus costosos regalos.
—Cariño, por ti haría cualquier cosa… eres el hombre que amo, y si incluso debo llegar a ser cruel y despiadada, para mantener tu amor. ¡Lo haré! —Vanesa escucha el ruido de un auto, levanta la cortina, y es su esposo Joseph.
—Si es así, me alegra saberlo, sabes que yo también haría cualquier cosa por ti. —Le dice Ares feliz…
—Sí, que bueno saberlo. Debo colgar, hablamos luego…
—Amor, ¿por qué tanta prisa?, ¿ha pasado algo? —Pregunta Ares extrañado, pero Vanesa ya ha colgado.
De pronto, alguien irrumpe sin su permiso en su oficina…
—Aurora, aún siguen en la junta, ya lo pensé mejor, y tal vez deberías volver luego. —Dice Adriana, llamando a su hermana, quien aún cree está en la oficina de Ares. Vaya sorpresa al ver que Aurora no está, y Ares es quien la mira desde su silla muy enojado.
—¿Así que tú fuiste quien le pidió a tu hermana que abogara por ti?
—¡Ehhh!, lo siento señor, no sabía que estaba aquí. —Se gira para irse, pero Ares la detiene.
—¡No, no te vayas!, ¿por qué molestarte?, si por lo visto esta oficina es más tuya que mía… —Se levanta de su asiento, y camina hacia ella, que aún está de espaldas. —Ya veo qué haces lo que se te da la gana, cuando yo no estoy.
Adriana cierra los ojos al ver, que lo tiene cada vez más cerca, asustada por lo que él pueda hacer, cuando entra la secretaria de Ares.
—¡Señor!, ¡perdón! No sabía que estaba ocupado. Venía a informarle que en cinco minutos tiene una reunión con los de planeación.
—Posponla, tengo algo importante que hacer antes.
—Como ordene señor… —Hace un par de anotaciones en su agenda, y sale de la oficina, Adriana la sigue, pero Ares se lo vuelve a impedir.
—¿Tú, a donde crees que vas?
—A mi oficina, señor. —No se atreve a verlo a los ojos.
—No te puedes ir hasta que me respondas algunas preguntas…
—¿Eh?
—Tu hermana… ¿Es cierto que quiere ser monja? —Su expresión se torna apacible
—¿Ah? —Confundida por su cambio de actitud y su repentino interés en Aurora, guarda silencio.
—¿Qué?, ¿te comieron la lengua los ratones?
—¡No señor!
—¡Entonces responde! —Se cruza de brazos, intentando no perder la paciencia.
—No lo sé, por eso vino, para decidir si tomara o no los hábitos.
—Y cuanto tiempo crees que le tomara decidirse? —Acerca su rostro al de ella, muy curioso, y la chica se pone roja, de casi poder sentir su respiración.
—Tiene un máximo de tres meses, pero puede decidir aceptar antes
—Entiendo… —Empieza a caminar de un lado a otro, mientras Adriana lo sigue con la mirada.
—¿Y tu padre? ¿Está de acuerdo en que ella sea monja?
—Mi papá está de acuerdo con lo que ella decida. Aunque no estoy muy segura de que Aurora quiera tomar los hábitos. A decir verdad, ella entró al convento por mi madre, quien la obligó para alejarla de un chico que la asediaba en ese entonces, pero no era de nuestra misma clase social. —Empieza a hablar sin parar, sintiéndose cada vez más cómoda en presencia de Ares.
—Ósea que tu madre, ¿si desea que ella tome los hábitos?
—Sí, pero no creo que Aurora lo haga. Aquí, entre nos, pienso que de haber estado segura no lo pensaría, aunque tal vez actúa así, porque es su personalidad. Mi hermana es una chica tímida, y a veces insegura. Sin embargo, es muy buena persona.
—Parece que la quiere mucho, a pesar de que no son realmente hermanas.
—Lo somos, nos criamos juntas. No necesitamos llevar la misma sangre para querernos como hermanas.
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