DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 50

Ares, qué sigue en shock, sale del hospital lo más rápido que puede, decidido a enfrentar a su madre que todo este tiempo no ha hecho más que engañarlo cruelmente. Va tan rápido y a prisa qué no tiene tiempo de parar ante un semáforo, qué cambia rápidamente a rojo, creando un inesperado encuentro con otro auto qué hábilmente esquiva, pero eso hace que pierda el control del volante y choque contra una valla publicitaria sin dejar ningún herido, aparte de él.

—Señor... ¿Está bien?... —Le preguntan varias personas que rodean el auto...

Mareado y algo aturdido, siente un fuerte dolor en la cabeza, se toca y tiene sangre. Su hombro también le duele, parece que los puntos se han reventado... Como puede, aparta la bolsa de aire, qué se activó por el golpe, y abre la puerta para salir, cayéndose un par de veces por la sensación de mareo.

Varios de los presentes, lo ayudan y una mujer se acerca afirmando qué es médico y que puede prestarle los primeros auxilios, mientras llaman a una ambulancia.

—Señor, mi nombre es Valeria Evans, puede decirme: ¿Cuál es su nombre? —Le pregunta la mujer que lo reconoce e intenta controlar su emoción. Abre sus ojos con sus dedos, y revisa su cabeza.

—Ares... Ares Walton... —Muchas personas empiezan a murmurar, apenas dice su nombre... La policía, también se hace presente, y los agentes preguntan que pasó a las personas en el lugar.

—Es el CEO de Walton's car... —Dice alguien en voz alta, y le toma una foto.

—¡Fotos no! —Exige Ares y se pone las manos en la cara, tapando su rostro. Se recompone de inmediato, y es observado por la multitud.

—Señor, no debería levantarse de forma tan brusca, eso puede hacerle mal. —Comenta Valeria que lo mira asombrada.

—Estoy bien... No se preocupe. ¿Mi teléfono? ¿Alguien sabe dónde está mi teléfono? —Pregunta, pero nadie le da respuesta. Regresa al auto, y busca su teléfono y su cartera.

—Estoy bien. Gracias por su atención, pero no es necesario que me siga revisando. Debo irme. —Afirma, pero uno de los agentes se lo prohíbe, alegando que debe dar una declaración y debido a la situación, alguien debe venir y hacerse responsable por él. De inmediato llama a Lina para que se comunique con la agencia de seguros y mande a alguien a recogerlo.

—No se preocupe, señor, yo misma iré por usted. —Afirma Lina que cuelga y Aurora que pasa por ahí, la observa muy nerviosa recoger sus cosas.

—¡Lina!... ¡Lina!... ¡Lina!... —La llama, la tercera vez un poco más fuerte, para que le preste atención.

—¡¡¡Eh!!! Señora... Lo siento. No la escuché.

—No te preocupes. ¿Todo bien? Te veo algo alterada...

—No. Es que el señor Ares acaba de llamarme, tuvo un accidente en el carro, y voy a recogerlo, pero me pidió que llamara a la compañía de seguros y no encuentro el número.

—¿¡Qué!? —Se asusta de inmediato, Aurora, sintiendo una horrible sensación en su pecho. —¿Él está bien?

—Sí... —Afirma la chica que levanta papeles, y revisa su bolso, buscando el número de la aseguradora.

—Tranquila... Buscaremos el número en internet, ahora debemos apurarnos... Ares puede estar malherido...

—¿Debemos señora? ¿Acaso usted piensa acompañarme?

—Es mi esposo Lina...

—Pero yo pensé que se llevaban mal... —Afirma la mujer que es jalada por Aurora, quién ni siquiera va por su bolso, pues en lo único que piensa es en que Ares esté bien.

...

Ares, que no puede dejar de pensar en que no es el hijo de Octavio y Jazmine Walton, se siente algo incómodo por Valeria, que permanece a su lado, intentando entablar una conversación.

—Señorita, de verdad agradezco su sentido del deber, pero créame. Estoy bien, ya puede irse.

—Pues no me iré. No hasta saber que mi paciente está realmente bien. —Mira su reloj. —Qué coraje... La ambulancia aún no llega... —Se acerca a él, quedando muy cerca de su rostro, asustando a Ares que echa su cabeza hacia atrás de inmediato.

—¿Qué hace? —Le pregunta, mientras la mujer se fija en la sangre que hay en su camisa, y sin dudarlo intenta quitarle la camisa, cosa que toma por sorpresa al hombre.

—Pero usted está loca... ¿Qué le pasa?

—Está herido, es obvio... déjeme revisarlo, por qué es tan terco.

—La terca es usted que no entiende que no quiero que me revise. —Señor agente... ¿Podría decirle a esta señorita que por favor ya se puede ir?

CAPÍTULO 50 1

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