—¡Jajajajaja! —ríe con desenfreno la mujer, lo que desconcierta a Aurora. —¿Crees qué de verdad yo sería tan descuidada para dejar que una niña tonta como tú, pudiera reclamarme algo? Es obvio que no sabes nada. Pero si tanto te gusta suponer... Ahora mismo despejaré tus dudas. —Mueve la cabeza y Aurora siente como dos hombres la agarran fuertemente de los brazos. Josué, que mira la escena, se debate entre intervenir o seguir grabando.
—¿Qué hacen? ¡Suéltenme! —Forcejea la delgada mujer que no puede hacer nada, mientras queda fija a la silla, por la presión que ejercen los hombres sobre sus hombros. —¿Qué planeas hacerme Jazmine?
—¿No es obvio? —Se levanta de su asiento y se acerca a ella. —No entiendo por qué, pierdes el tiempo haciendo preguntas, de las cuales ya pareces saber la respuesta.
—¿Ahora las sé? ¿Pensé que era obvio, que no sabía nada? —Le dice con sarcasmo Aurora que a pesar del terror que siente, se muestra altiva frente a su suegra, que por fin muestra frente a ella su verdadero ser.
—¡Ay! Pero qué divertido... Aurorita tiene su carácter. De seguro no lo heredaste de tu madre, que no era más que una mujer débil, insegura y mojigata.
—Entonces quizás lo heredé de mi padre, me contaron que Octavio tenía un fuerte carácter, ¿o no Jazmine? —Lanza un dardo justo a la yugular.
—¿Qué estupideces estás diciendo? — reacciona de muy mala gana la mujer, mientras Aurora le muestra una sonrisa de satisfacción.
—Digo la verdad. Octavio Walton era mi padre, ya que tuvo un romance con la mojigata, insegura y débil de mi madre. ¿Imagina lo que debía pensar de ti, entonces, si prefirió a mi mamá?
— No es cierto. Tu madre se le metió por los ojos. —Golpea fuertemente la mesa haciendo que abruptamente Aurora cierre involuntariamente los ojos por el susto.
—¿Segura de que fue mi madre? Porque tenía entendido que la que se le metió por los ojos fue otra. — Afirma con mucha seguridad, y Jazmine perdiendo la paciencia por sus acusaciones, toma su rostro con una de sus manos, presionando fuertemente sus mejillas con sus dedos.
—Estoy segura. Tu madre era una zorra, que no respetó ni siquiera que estaba casada con Isaías, y por eso, así murió como una zorra consumida por su propio pecado.
Mueve la cabeza con fuerza de un lado a otro para liberarse de su agarre.
—¿De qué estás hablando?
—Todos creyeron que la muy estúpida había muerto en un accidente de tránsito, pero no fue así. Yo la envenené, y al igual que el veneno que puse en tu vino, su efecto era tardío, de 4 a 6 horas, y puedes creer que mi suerte, era tanta, que la muy estúpida salió en su auto, y lo más seguro es que muriera mientras manejaba, y el auto terminó por estrellarse. ¿Qué loco, no? Creo que dejaré la tendencia de los accidentes en auto. Mis dos maridos y tu madre, murieron así. Contigo, romperé definitivamente esa tradición. —Sonríe con malicia la mujer, que tiene un brillo en los ojos, mientras habla, como si estuviera emocionada, lo que le causa escalofríos a Aurora, después de escuchar la verdad.
—Está loca... nunca debió salir del manicomio. —Escuchar estás palabras, molestan a Jazmine que la abofetea.
—No vuelvas a decir que estoy loca... —Le grita, y Aurora, que levanta el rostro después del fuerte golpe, la mira con desprecio, y Jazmine por un momento, pierde la lucidez confundiéndola con Elena.
—¿Qué haces tú aquí? ¿Y Aurora? ¿Dónde está?... —La Zarandea, con fuerza y Aurora, no entiende qué pasa. —Debo estar alucinando otra vez. —Sacude su cabeza, varias veces, pero el rostro que sigue viendo es el de Elena. Levanta un poco la mirada, para ver a los hombres, que custodian a su víctima, buscando algo de lucidez, pero, en cambio, en uno ve el rostro de Octavio, y en otro, el de Francisco. —¿Pero qué m****a está pasando? —Retrocede unos pasos, asustada. —Es por la enfermedad... Los veo por la enfermedad. —Se repite y va por su bolso, al asiento donde estaba antes, y saca una doble dosis del medicamento que ella cree es para ayudarla con los síntomas, y se lo toma.
Josué, que observa, la situación, aprovecha y se va hacia la cocina, sin ser visto, e intenta salir por la puerta trasera que está custodiada por varios hombres. Razón por la que Ares, Daniel y Adriana, no habían podido entrar, pues después de burlar, a varios de los matones de Jazmine, para rodear la casa y llegar a la parte trasera, se les ocurre crear una distracción.
Adriana, que empieza a tocar la puerta, llama la atención de los dos gorilas, que salen a revisar, quién está afuera, y apenas abren, reciben cada uno un fuerte golpe con unas enormes barras de hierro, por parte de Ares y Daniel, noqueándolos por completo.
Josué, que observa lo que acaba de suceder, se acerca rápidamente a Ares.
—Tiene que venir rápido, señor. Su esposa corre un grave peligro. Jazmine planea envenenarla.
—¿¡Qué!? ¿Dónde están?
—En el comedor.
—Entonces vamos... —Afirma Adriana, muy preocupada, pero Daniel la detiene.
—No deberías ir. Es mejor que te quedes aquí.
—Ni loca. Es mi hermana. —Refuta.
—Es mejor que le hagas caso a Daniel. —Afirma Ares. —No podemos poner también tu vida en peligro. —Saca su teléfono y se lo entrega. —Por favor... Quédate y llama a la policía. Infórmalos de la situación, no deben tardar en llegar y no quiero que una imprudencia pueda dañar a Aurora.
Adriana, que entiende la situación, aunque no es lo que quisiera, se queda y hace lo que Ares le pide.
...
Al llegar al comedor, los tres hombres observan a Aurora siendo sujetada por los hombres con los que Ares había peleado en la entrada, mientras Jazmine se ve pálida y sudorosa, reposando en la silla.
—¡Mamá, suelta ahora mismo a Aurora! —Le exige Ares, e intenta acercarse a su esposa, pero los hombres sacan sus armas y los apuntan.
—¡Ja! Lo que me faltaba... Que llegarán nada más y nada menos, los desagradecidos de mis hijos. Aquellos que se han olvidado de su madre.
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