—¿Y bien? Cuénteme, ¿qué necesita? —Le pregunta Aurora a la mujer que no deja de ver a su alrededor, observando los ramos de flores que están ubicados desde el pasillo.
—Vaya... Parece que te gustan las flores. Este lugar parece un jardín. —Sonríe amablemente Aurora ante su comentario.
—Me dijeron que quieres un auto qué sea diseñado por Ares.
—Así es...
—Bueno, yo no podría comprometerme a que eso pase, ya que Ares últimamente está muy ocupado, pero sí puedo mostrarle un nuevo modelo que está siendo fabricado por uno de nuestros ingenieros.
—No me interesa.
—¿Pero, si ni siquiera lo ha visto?
—No tengo que verlo. Solo me interesa comprar un auto que esté diseñado por Ares Walton.
—¿Y por qué tanto interés?
—Porque es obvio que muy pocos hombres en este mundo, pueden hacer lo que hace Ares Walton.
—Ya lo creo —Sonríe Aurora, que se da cuenta del notable interés de Valeria en su esposo.
—Seguro que lo crees, con tantos rumores de que su matrimonio no es más qué un acuerdo comercial. Lo que es obvio... Se nota que su relación es demasiado cría y distante...
—Valeria, discúlpeme, pero hasta donde sé, usted ha venido por un auto, no para darme una opinión sobre mi matrimonio.
—Después de lo que te he dicho, de verdad crees que estoy aquí solo para comprar un vehículo... No. Estoy aquí porque hay algo que quiero a toda costa que sea mío, y no me refiero al auto.
—¡Jummmm! ¡Ya veo! —Pues, entonces lo mejor será que busque en otra empresa, ya que Ares, no tiene tiempo ni para diseñar un auto nuevo, ni para tener una relación extramatrimonial.
—Perdón? —Es tomada por sorpresa la mujer que jamás se imaginó que Aurora fuera tan directa.
—Que tenga un lindo día Valeria. —Se levanta y le muestra la salida.
—¡Jajaja! Pero mira que fierecilla, razón tenía en decirme un pajarito que antes eras sumisa, pero ahora no.
—Pues dígale a ese pájaro que no es necesario que le siga pasando información, y que no se equivoca, no soy ninguna sumisa que se deja pisotear de los demás. Que tenga buen día Valeria, y por favor, le pido que ya no pierda el tiempo. Aquí no podrá obtener lo que tanto desea.
Valeria, que se levanta con una risa burlona en el rostro. Mira a Aurora fijamente y la reta...
—¿Segura?
—¿Por qué no habría de estarlo?
—¿Te has visto en un espejo?
—¿Perdón?
—Por favor, mírate tú y mírame a mí. Es obvio que una mujer insípida, poco agraciada y de mal gusto como tú, jamás podría compararse conmigo... Ares pronto lo notará.
—¡Ja! Pues le recuerdo que está insípida, poco agraciada y de mal gusto, es la esposa de Ares, y mientras notar su presencia, le pido que se marche, y de ser posible no regrese. —Le vuelve a señalar la puerta, esta vez con una mirada de desagrado...
—Me iré... Claro que me iré, pero no creas que esto termina aquí... —La amenaza y sale de la oficina y Aurora cae sentada sobre su silla...
—¿Pero quién carajos se ha creído esta mujer?... Es una víbora. —Saca un espejo de mano de su bolso, y empieza a reparar su rostro y sus facciones...
—Yo no soy insípida... —Dice en voz alta para sí misma.
—¿Ahora hablas con tu reflejo?
—Eh? —Se asusta Aurora, que deja caer el espejo, quebrándose en el piso, al escuchar la voz de su esposo, quien está asomado en la puerta.
—¡Carajo! Me asustaste...
—¡Uuuuhhh! Pero qué palabrotas... En el convento de seguro te reprenderían.
—Ja-ja-ja... Muy gracioso... —Se agacha la mujer para recoger los trozos de cristal... —¡Auch! —Se queja por una pequeña cortada.
—¿Qué pasó? —Corre hacia ella de inmediato, viendo la sangre en su dedo. —Pero qué torpe eres... —Toma su dedo y saca un pañuelo de su bolsillo con el que empieza a hacerle presión.
—¡Ey! Qué grosero... Ahora incluso dudo de que escribieras los poemas en las tarjetas. Adriana tiene razón, eres muy frío y hostil para poder sentir gusto por algo tan delicado como la poesía.
—¿Eso dijo? Ya me las pagará... —Revisa el dedo y ve que la sangre ya se detuvo, y se agacha para recoger los trozos de cristal. —Entonces... ¿Leíste todas las tarjetas?
—Sí...
—Y... Te gustó mi regalo? —vota los cristales a la basura.
—Sí... Algo exagerado, pero es la primera vez que alguien hace algo tan lindo por mí...
—No mientas. Ayer vi que alguien te trajo un hermoso ramo...
—Sí, Simón... Lo conociste el día de tu accidente.
—Sé quién es, y aunque no lo supiera ayer se hizo notar, dejando ver su interés sentimental en ti.
—¿De qué hablas?
—Esteban me dijo que escuchó cuando te decía lo interesado que estaba en ti, y que a ti no te disgustaba para nada...
—Es un chismoso. Simón dijo eso en privado, aquí en mi oficina, ¿cómo es que se enteró?
—Entonces es cierto? —La mira de forma triste.
—Sí. Eso me dijo, pero yo jamás le correspondí, ni le corresponderé. Ya te había hablado de él y sabes que no quiero tener ningún tipo de contacto con ese hombre.
—Si lo sé, aunque aún no se las razones...
Aurora, que libera un largo suspiro, se levanta y camina hacia el ventanal y huele algunos de los ramos.
—Recién entraba a la universidad, y él se acercó a mí desde el primer día. Era mayor que yo, y fue muy amable y caballeroso, y eso llamó mi atención. Aunque pertenecíamos a carreras diferentes, él siempre mostró interés en mí, y yo me dejé deslumbrar por como me trataba. Creí haberme enamorado y lo seguía como una tonta a todas partes. Eloíse se dio cuenta de nuestra relación y al enterarse de que era becado, y no provenía de una familia de abolengo, me prohibió todo tipo de contacto con él, y creo que es la única vez que debí hacerle caso. Él no se había acercado a mí porque le gustara, sino por mi apellido, y me engañó contándome una historia muy triste de su familia, fingiendo ser un hijo abnegado, qué estudiaba y trabajaba para hacerse cargo de su madre enferma. No sabía que mi familia estaba casi arruinada, y se ganó mi confianza. Un día me pidió dinero prestado, y entonces le conté la situación de mi familia. Después de eso, no lo vi durante un par de semanas. Luego apareció y me pidió que lo ayudara a conseguir trabajo con personas de la alta sociedad que conociera, y eso hice. Le presenté varios hijos de políticos y empresarios, a quienes de alguna manera convenció y les pidió dinero en mi nombre para invertirlo en un nuevo negocio. Se escapó con ese dinero y cuando fue capturado me culpó a mí de todo. Tenía apenas 17, así que me internaron en un reformatorio para menores en el que tan solo duré tres semanas, y a mi papá le hicieron creer que estaba en un campamento universitario. Se me prohibió decirle algo para no darle un disgusto, y Eloise me obligó a decirle que quería irme de novicia a un convento en otra ciudad. Las familias retiraron las denuncias, y penas cumplí los 18, fui enviada al convento, y hasta ahora, nunca se supo nada. Las familias jamás hablaron, y lo único que supe es que su dinero les fue regresado con intereses.
—Es obvio que una persona muy poderosa movió sus influencias. —Comenta Ares...
—Sí... Jazmine... Pero en ese momento, era demasiado ingenua y estaba demasiado herida como para fijarme en ello.
—Entonces... Realmente odias a ese canalla? —Se acerca desde atrás pegando su cuerpo al suyo.
—Claro que sí. Después de lo que acabo de contarte, como puedes siquiera preguntar? —Se gira y queda frente a él.
—Lo siento... Es que no sabes todo lo que tuve que hacer para aplacar mis celos con ese canalla. Es obvio que te coquetea...
—Ay por favor... Si fuera por eso yo tendría muchas cosas que reclamarte, sobre todo después de la loca del accidente que no dudó en venir a amenazarme, porque con descaro afirma estar obsesionada por ti...
—¿¡Qué!? ¿De quién hablas?
—De la prometida de Simón... O la ex... No sé... La tal Valeria. ¿Puedes creer que la muy descarada aseguró en mi cara te quería a toda costa? —Aurora se acuerda de su encuentro con Valeria y siente que le hierve la sangre...
—Y también te dijo que le gusta Daniel, y que le coquetea con descaro y por eso ahora Adriana está que lo mata... No le hagas caso. Es una niña caprichosa que cree que puede tener todo lo que quiera...
—Sí... Tal vez... Pero es una caprichosa muy bonita.
—¿Pero qué dices?
—¿O me lo vas a negar?
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