La fiesta fue un éxito y terminó solo de madrugada.
Agotada después de tanto bailar con su novio, Elisa volvió a casa con sus padres y, en cuanto se recostó en la cama, se quedó dormida al instante. Todo lo que quería era aprovechar el resto del día para dormir y recuperar energías.
Pero, a las cinco de la mañana, su celular empezó a sonar insistentemente.
— ¿Quién se atreve a despertarme a esta hora? —murmuró, aún con la voz arrastrada y el rostro hundido en la almohada. Tomó el celular con cara de pocos amigos, pero en cuanto vio el nombre de su novio en la pantalla, su humor cambió de inmediato.
— ¿Noah? Pensé que ya estarías dormido —contestó, bostezando.
— Lo intenté —dijo él al otro lado de la línea—, pero no pude pegar ojo.
— ¿Pasó algo?
— Sé que estás cansada y querías descansar… pero ¿podrías encontrarte conmigo ahora?
— ¿Ahora?
— Sí. Quiero llevarte a un lugar.
— ¿A dónde? —preguntó ya con desconfianza, arqueando una ceja.
— Es una sorpresa.
No necesitaba insistir demasiado. Si había algo que a ella le encantaba, eran precisamente esas sorpresas inesperadas de su novio.
Sin pensarlo dos veces, apartó las cobijas a un lado.
— Ya estoy levantada —respondió, animada.
— Perfecto, ya voy para allá —dijo él, y colgó.
Sin tener idea de a dónde irían, Elisa optó por un buzo grueso y cómodo. La madrugada aún traía ese frescor típico, y prefería estar preparada. Como sus padres aún dormían, salió en silencio y esperó en la puerta.
A los pocos minutos, Noah apareció. Bajó del auto con esa sonrisa que siempre desarmaba cualquier cansancio, y la abrazó con fuerza, pegando su cuerpo al de ella.
— Nos despedimos hace pocas horas, pero ya te echaba de menos —susurró, sin soltarla.
— No digas eso… o voy a querer pegarme a ti para siempre —respondió, con una sonrisa somnolienta.
— ¿Lista?
— Siempre. Pero dime… ¿A dónde me llevas?
Él abrió la puerta del auto con aire misterioso.
— Confía en mí.
Elisa río, negando con la cabeza.
— Debería estar dormida, pero aquí estoy, a esta hora de la madrugada, embarcada en una misión secreta con mi novio loco.
— Me lo agradecerás después, lo prometo.
Y así, los dos subieron al auto, con los primeros rayos del sol comenzando a aparecer en el horizonte, como si el mundo también despertara para una nueva sorpresa.
— ¿Ya casi llegamos?
— No seas ansiosa —bromeó, manteniendo el misterio.

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