Ayla se cambió de ropa y salió del baño. Su esposo la estaba esperando afuera, el hombre le lanzó una mirada rápida mientras apretaba la mandíbula. Sin emitir palabra alguna, se giró y salió furioso, y ella corrió tras él sumisamente.
El viaje en auto fue muy incómodo, cosa que la hizo arrinconarse en una esquina. El ambiente en el interior del Bentley plateado estaba tan tenso que la chica solo pudo mirar por la ventana, y rezar para que todo esto terminara lo más rápido posible.-
Cada vez que él se movía, o hacía algo mínimo, ella temblaba, temiendo que él la acercara sin su consentimiento.
El silencio invadió casi todo el viaje. Al cabo de una hora, llegaron a la lujosa villa de Brian. Esta elegante casa tenía un diseño exquisito, que solo Brian podía permitirse.
El auto entró al garaje y se detuvo. Luego el hombre se bajó y le ordenó en tono amargo a su esposa: "¡Sal del auto!".
La familia Woodsen también era propietaria de una villa, pero era incomparable a la enorme que poseía Brian. Ella tímidamente, siguió a su esposo, dando cada paso con precaución.
"Señor, ha vuelto", dijo el mayordomo, Rubén, corrió hacia ellos y observó a la hermosa mujer detrás del hombre sin decir nada.
Brian no contestó, se fue a la sala de estar y se sentó en el sofá. María salió un rato después y le sirvió café en una taza delicada y costosa. "Señor, aquí está su café", el hombre acostumbraba tomar café en todo momento.
Brian inhaló el fuerte aroma del café, el cual estaba hecho con los mejores granos de café de Jamaica, que era su olor favorito.
Mientras tanto, Ayla permanecía inmóvil, quieta. El clima serio dentro de la casa le recordó una vez más que ella no pertenecía aquí. No obstante, el hecho era que no ella podía huir.
Repentinamente, la taza de café cayó al suelo y se rompió en pedazos, con un gran estruendo. "¡ Señor!", exclamó María e inmediatamente fue a limpiarlo, pero se detuvo a la mitad cuando Brian levantó la mano.
"¡Tú, ven aquí a limpiar esto!", dijo el hombre haciéndole un gesto a Ayla, ordenándole cruelmente.
La chica se estremeció con sorpresa, y lo miró estupefacta.
"Señora Clark, ¿qué sucede? ¿Acaso no me escuchaste? ¿O pretendes desafiarme?", interrogó Brian sarcásticamente.
Ella parpadeó y desvió la mirada. No importaba si ella se oponía a hacerlo, él la obligaría a limpiar el desastre de todos modos. Además, ella había hecho esas cosas similares, antes en casa de la familia Woodsen.
Para ella, esto era una tarea fácil.
En silencio, la chica se inclinó y recogió los pedazos, uno por uno, y los arrojó a la basura. María, le dio un trapo de limpieza que usaba para pasar en el piso, después de recoger los pedazos. Sus ojos observaron las manchas de café que había en los zapatos de su esposo. Acto seguido, las limpió cuidadosamente con pañuelos de papel, temiendo que la pateara si no le gustaba aquello.
Pero su cautela no le impidió despreciarla; no le mostraría piedad a la mujer que más detestaba.
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