Diario de una Esposa Traicionada romance Capítulo 274

Así que Isaac pensaba igual que la familia Monroy, solo era una carga para él. Probablemente, ya tenía quejas desde hacía tiempo. De otra manera, esas palabras tan hirientes no habrían salido tan fácilmente de su boca.

Una sonrisa amarga se dibujó en mis labios. Nunca debí esperar que él me salvara.

Esteban aplaudió y luego dijo: "¡El presidente Montes es realmente el presidente Montes, sabe cuándo soltar las cosas!"

"Isaac..."

Abril se acurrucó en los brazos de Isaac diciéndole: "Mis piernas duelen mucho, creo que me lastimé."

"Mm."

Isaac respondió con un murmullo, ¡y se dispuso a irse!

Esteban lo detuvo y dijo: "Presidente Montes, esta señorita Coral..."

"¡Haz lo que quieras!"

Sin detenerse, Isaac dejó ir unas palabras con una tranquilidad pasmosa. Parecía que mi destino le era completamente indiferente. Todo su corazón y ojos estaban puestos en las heridas de Abril. Su alta y erguida silueta desapareció rápidamente de mi vista. El sonido de los neumáticos rozando el suelo llegó desde afuera, y en cuestión de segundos, todo volvió a la calma.

Entrecerré los ojos, observando la lámpara de incandescencia que el viento hacía oscilar, y de repente solté una carcajada preguntándole: "¿Quieres matarme, no? Hazlo."

La bala de Isaac ya me había dado una muerte anterior. Ya no tenía miedo.

Esteban apagó el resto de su cigarrillo en el suelo, mirándome con los ojos brillantes y diciéndome: "Señora Montes, esos idiotas de la familia Monroy pueden ser tontos, pero yo no. A ti, por ahora, no me atrevo a tocarte. Hoy, puedo dejarte ir, pero si en el futuro necesito tu ayuda, espero que puedas hablar bien de mí."

"¿Qué podría tener yo que te sea útil?" Me reí de mí misma con sarcasmo.

Una persona sin poder ni influencia, que la familia Monroy podría aplastar en cualquier momento como a un insecto, ¿cómo podría serle útil?

Esteban hizo un gesto con la mano y me dijo: "No puedes hablar así, la rueda de la fortuna gira, ¿quién puede estar siempre abajo?"

No creía en su bondad y le pregunté: "¿Realmente estás dispuesto a dejarme ir?"

"Por supuesto."