Diario de una Esposa Traicionada romance Capítulo 382

Siempre había sido un hombre de alta alcurnia, pero por mí, había llegado a ese punto. ¿Qué méritos o habilidades tenía yo? Sin embargo, llegar hasta donde estábamos para esas fechas no era algo que se pudiera cambiar de la noche a la mañana.

Y eso no tenía nada que ver con el estilo de ropa que él elegiría llevar. Aunque se pareciera a Camilo, seguiría siendo Isaac, sin cambiar ni un ápice.

“Solo me di cuenta de que vestirme así también es bastante cómodo.”

Desde fuera de la puerta, incluso vestido de manera casual, la elegancia del hombre no se veía afectada. Lo dijo y levantó la vista hacia las maletas en la sala, su expresión serena se tornó sombría preguntándome: “¿Vas a Villa del Mar?”

“Sí.”

“¿A buscar a Camilo?”

“Correcto.” Respondí claramente, sin dudar.

En cuanto a lo que él interpretara por qué buscaba a Camilo, realmente no me interesaba explicarlo.

Si eso lo ayudaba a dejar de lado su obsesión, entonces sería un resultado inesperadamente positivo.

Inesperadamente, en el fondo de los oscuros ojos de Isaac, surgió la irritación, pero aun así se contuvo y dijo: “La situación en Villa del Mar es complicada ahora, ir allí no te ayudará en nada. Dame algo de tiempo, me ocuparé de Abril y su madre.”

Pregunté: “¿Y luego?”

“Vuelve y vive tranquila como la señora Montes.” Dijo.

Me quedé sin palabras y le dije: “Isaac, ¿cómo puedes actuar como un niño de cinco años, sin entender el significado de un divorcio?”

Para mí, el divorcio significaba que desde aquel momento, éramos dos personas que no tenían nada que ver una con la otra. Ninguno debería molestar al otro.

Él me miró fijamente y luego dijo: “Sé que estás enojada por cómo manejé lo de Abril la última vez. Si quieres desahogarte o necesitas calma, lo acepto, pero solo hay una cosa, pensar en no quererte, eso es imposible. Te prometo que de ahora en adelante, lo consultaré todo contigo.”

Me dieron ganas de reír, pero no pude. En su perspectiva, parecía seguir pensando que solo estaba enojada con él y actuando caprichosamente. Un poco de consuelo, un abrazo, y volvería a su lado como la comprensiva y serena señora Montes de siempre.