18. "Te me antojas"
CAMIL DE LA FUENTE
Sin saber cómo manejar el error que acababa de cometer, al permitir que Farid me besara, salí de la sala de cirugía menor dejando a Marta haciéndole compañía al árabe. De seguro mi mejor amiga se encargaría de echarlo del hospital, y de ser posible del país.
Ese no era el modo de hacer las cosas, ¡por Dios!
Yo no podía estar yendo por ahí besado al padre de mi hija, sin pensar que eso tendría consecuencias directas, si se llegara a desentrañar alguna vez la verdad.
Si Farid no pensaba dejar Atlanta, yo tendría que tomar a mi hija y desaparecer hacia otro de los cincuenta estados, pero lejos de ese jeque, de su influencia sexual sobre mi y de esos besos que me robaban hasta las ganas de pensar.
Farid podía ser muchas cosas, pero ninguna de ellas lo hacía fácil de evitar o de resistir.
Y si… resistir era la palabra correcta…porque yo no podría evitarlo tanto tiempo o borrarlo aunque lo deseara con todas mis fuerzas.
Farid era parte de mi pasado, y en el presente de él solo me interesaba tener una sola cosa: a mi Doctora Princesa Emira; aunque ¡si!, hacía unos minutos hubiera parecido algo completamente distinto, si alguien nos hubiera visto quizás hubiera dicho que yo lo deseaba con locura.
Soy una m*****a farsa, en las dos veces que Dave me ha besado, no sentí ni una doceava parte de lo que Farid me hizo sentir. ¿Cómo quiero empezar una relación si no siento nada ran fuerte? Cuando existe un «ser» que puede tirarlo todo al piso si se lo propone, y después de lo que acaba de pasar creo que ese «ser» ya se propuso arruinarme la vida.
Me corrí a refugiar al cuarto de los médicos, al menos de allí nadie podría ir a sacarme. Atrincherada, caminé como una fiera enjaulada por aquel pequeño salón, mi mente trabajaba más rápido de lo que era capaz de expresar en mi lenguaje corporal. Preocupación, miedos, dudas y deseos insatisfechos eran un cóctel demasiado explosivo.
Por suerte mi localizador vibró avisando que mi hora de descanso había terminado, y más que eso… que tenía una emergencia que atender de forma urgente. El jefe de cardiología me había pedido a mi específicamente para una cirugía muy importante, así que trate de dejar fuera del quirófano todos los complicados temas personales, y enfocar mis cinco sentidos en mi profesión, y en salvar vidas.
El resto de la noche estuve aislada del mundo en una cirugía a corazón abierto que duro unas siete horas, dejándome exhausta y sin fuerzas para otra cosa que no fuera conducir a casa al amanecer.
Sintiéndome totalmente culpable a penas fui capaz de revisar el teléfono. Tenía varios mensajes de Dave que ni siquiera quise leer, no le respondería con hipocresía, así que primero tomaría una ducha… dormiría un par de horas seguidas, iría por Emira a la escuela y luego… solo luego tomaría decisiones importantes.
Me acosté, cerré los ojos y me obligue a dejar mi mente en Blanco. Estaba de verdad molida del cansancio, entre las horas de pie, y la carga emocional que le había impuesto Farid a la noche de servicio… pues mi cerebro necesitaba desconectarse por un buen rato o la cabeza terminaría por estallarme.
Tan pronto me quede dormida comencé a soñar… y si dicen que recordar es volver a vivir, soñar con el pasado debería ser ilegal, los sentimientos laceran… y lastiman, y vuelven a ser tan intensos como si estuvieran ocurriendo una y otra vez, en ese preciso instante.
{***}
La lluvia caía en Riad cuando llegué aquella tarde. Estaba enojada, molesta y ardía de ira. Un profundo sentimiento de tristeza me embargaba, y sobre todo aquella rebeldía que me caracterizaba.
Después de que aquel idiota me había palmeado el trasero y me había tirado desnuda en aquella habitación de hotel como si yo fuera un saco de patatas, me prometí que odiaría a ese estúpido hasta el fin de mis días. No tenía el derecho de tocarme, aunque fuera para acabar con mi espectáculo por el lobby de aquel lujoso e importante hotel en que él y mi hermano eran accionistas.
Aquella mansión se convirtió en mi calabozo, en mi cárcel personal. Mi hermano y él encontrarin la forma de encancelsrme en nada más y nada menos que en un país.
En Arabia las mujeres cuentan con muy pocos derechos, incluso muchas tienen prohibido mostrar algo tan sencillo como el rostro. El alcohol y las drogas eran totalmente ilegales, así que está afuera del alcance de las fiestas, los excesos y las borracheras.
Aquellos tormentosos e intensos ojos verdes observándome ahí hacia donde mirara me ponían la piel de gallina. Su rostro de facciones perfectas, el mentón fuerte y aquel cabello negro hacían de él un hombre imponente y temible, aún más en sus propios dominios.
Seguí espiándolo de lejos, profundizando en cada expresión de su rostro con cada repetición de las pesas. Cada parte de su cuerpo bañado de sudor, cada grácil movimiento. Esas muecas masculinas me hicieron desearlo, me provocaron imaginarme como se sentiría ser poseída con aquella fuerza, con aquellos gestos masculinos, por ese brío que él exudaba por cada célula de su viril cuerpo.
Sus ojos notaron mi presencia, y dio una sonrisa ladeada en la dirección en que estaba escondida.
—Si ya te mojaste con la vista, ya puedes irte a bañar—gritó y prácticamente caigo sentada sobre mi trasero al tratar de retirarme con prisas.
Finalmente caí, y Farid corrió a socorrerme. Enojada como estaba por haber sido descubierta y porque él hubiera dado justo en el clavo en la dirección en que se habían ido mis sucios pensamientos, así que trate de apartarlo cuando llegó junto a mi.
—¡No me toques salvaje!— le dejé claro cuando se acercó.
—No es eso lo que pedían tus ojos dos minutos antes— expresó con sorna tomándome por la cintura para ayudarme a reincorporarme. Aún así fui lo suficientemente tonta como para pegarle y antes de dejarme caer otra vez, me pego aún más s su cuerpo. — ¡Quieta! — advirtió. —¡Yo siempre consigo lo que quiero… y hoy te me antojas tu!
Desperté sobresaltada, y si, también un poco excitada ante aquel sueño, que era más bien en recuerdo.
Me paré de la cama como si tuviese espinas, y me cambie rápidamente. Había dormido más de la cuenta, y tenía el tiempo Justo por ir por mi hija al colegio.
Cuando estuve lista bajé a prisa, y me metí en el coche sin perder el tiempo. Las palabras de aquel sueño se repetían en mi cabeza. «Las palabras de Farid».
"¡Yo siempre consigo lo que quiero… y hoy te me antojas tu!”
Si ese endemoniado arábe no había cambiado mucho… no tardaba en volver a aparecer. Solo que esta vez yo tendría que estar mejor preparada para «resistirlo».

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY.