Elia no se volteó, solo detuvo su paso por un momento y luego continuó caminando.
Las palabras de Vania, definitivamente no se podían creer, de lo contrario, la que iba a sufrir sería ella misma.
No iba a caer otra vez en las trampas de Vania.
Al ver que Elia la ignoraba por completo, Vania se enfureció tanto que su pecho subía y bajaba con cada respiración. Siguió gritándole a su espalda: "Elia, sé que no crees lo que te digo, pero puedes investigarlo tú misma o preguntarle directamente a Asier si existe alguna mujer llamada Aurora".
La única respuesta fue la fría silueta de Elia alejándose.
Floria se acercó y le dijo con aire molesto: "¡Lárgate ya, que voy a cerrar!"
Vania se volteó, lanzándole una mirada furiosa, y se marchó, con sus tacones resonando enojados.e2
Cuando Elia regresó a la Capital, ya era la tarde.
No tenía prisa por volver a Villa Serenidad, porque según la hora, Asier todavía no estaría en casa.
De todos modos ella estaría sola en casa.
Sentada en el carro, bajó la ventana para dejar entrar la brisa primaveral, y una inexplicable tristeza la embargó.
Justo cuando pasaban por una floristería, Elia le pidió al conductor que se detuviera.
Compró un ramo de flores y luego le pidió que se dirigieran al cementerio.
El encuentro con Vania le había revuelto los recuerdos como un tsunami, y se sentía increíblemente angustiada. Quería visitar a Sergio.
Al llegar a la tumba de Sergio, colocó las margaritas amarillas frente a su lápida y observó la foto de un Sergio joven y lleno de vitalidad.
Elia se sintió melancólica.
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