Vicente levantó la barbilla aún más alto, sin mostrar ni un ápice de miedo: "¡Dale, pégale! Y después le cuento al Dr. Díaz que tienes un genio violento y que te deje de tener como su aprendiz."
Floria exhaló con frustración y dejó caer los puños: "Si soy tan mala doctora, ¡pues no vengas a que te atienda!"
"Todas estas heridas las tengo gracias a ti, ningún otro hospital me las trata, ¿a quién más voy a acudir si no es a ti?" Vicente intentó girar para ver las heridas en su espalda, pero obviamente no podía.
Pero en casa, al mirarse al espejo, podía ver los moretones violáceos que decoraban su espalda.
Esas eran obras de Floria.
"Si vienes a que te atienda, entonces compórtate y déjate de quejumbres", dijo Floria con fastidio. "Nunca había visto a un hombre quejarse tanto como tú."
Floria dio media vuelta para salir, en su enojo había olvidado que Elia y Asier seguían allí. Ahora que se acordaba de ellos, se apresuró a ir a recibirlos.e2
Tomó el pasillo con paso rápido, y justo cuando salía, vio cómo el carro de Asier y Elia se alejaba.
Vicente la seguía de cerca, aún discutiendo: "¿Soy yo el que se queja, o es que tú eres más macho que los hombres? Si son heridas externas, ¿para qué me pones tantas agujas de plata? ¿Qué sentido tiene?"
Floria se giró bruscamente, con un aire tempestuoso.
Vicente, que había estado tan seguro de sí mismo, se achicó al encontrarse con la mirada de Floria.
Floria contuvo su enojo y dijo: "Sé que son heridas superficiales. Te puse medicina tópica, pero te quejaste del olor. Te puse parches y dijiste que dolía al quitarlos. Como no aceptas tratamientos externos, te receté para injerir medicamentos líquidos, pero te quejaste de que eran muy amargos. Entonces, el método más simple y rápido es con agujas de plata, estimulan tus funciones corporales para una recuperación rápida. ¡Y tampoco lo soportas! Te quejas porque eres débil, pero la culpa la tiene el médico. ¡Nunca había visto a alguien como tú!"
Si no fuera porque ella había causado sus heridas, Floria no se molestaría en tratarlo.
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