CAPITULO 48
Darío le da un abrazo a Romeo, los dos se encuentran en medio del bosque, para tener este duelo de espadas, los ancianos de la manada y los machos lobos están presentes, vigilando que el encuentro inicie y declarar al ganador, pero todos apoyan a el Alfa.
— Sabes que no está en mi hacer esto pero es mi deber — Romeo saca su espada al mismo tiempo que Dario, este su beta, solo asiente con la cabeza.
El sonido de las dos espadas chocando en medio de la inmensidad del bosque hace que el metal se escuche mucho más fuerte y ensordecedor.
El inicio es claro, los dos son los mejores espadachines, durante años Romeo entreno de la mano de Dario para ser el mejor, hoy lo es.
Las gotas de sudor se hacen presentes en la frente de los adversarios, pelean, pero ninguno quiere atacar realmente.
— Perdóname, lo hago por el honor de ser Alfa — suspira Romeo.
Romeo le clava la espada a Darío en la pierna que cae arrodillado al suelo.
El Alfa se preocupa y se acerca para ver a su amigo, no quiere matarlo, solo herirlo y que se rinda.
Darío levanta su espada aprovechando la baja guardia de Romeo y la clava en el hombro de Romeo que cae de espaldas.
Aurora llega corriendo, su vestido se ha raspado varias veces por las ramas de los árboles y por las caídas en el camino, si reacción al saber de el duelo fue correr, ni siquiera monto un caballo.
Necesitaba parar está absurda pelea y sentía que ella era la indicada.
Ve a Romeo en el suelo, y a Darío que aún no se ha podido levantar por la herida de su pierna.
Corre hacia Romeo, que intenta levantarse para seguir la pelea a pesar que su herida está botando sangre.
—¡Paren está pelea!— grita ella enojada y desesperada al ver la locura que se ha convertido todo.
Romeo abre los ojos, no puede creer que ella esté aquí, que Aurora lo amara tanto para protegerlo.
— Mi reina, el Alfa no puede perder, es nuestro líder — un anciano se acerca a ella, le insiste en que la pelea debe continuar o el liderazgo de Romeo podría quedar en duda.
— Soy la reina, no solo decreto un empate, si no que le otorgó amnistía a Darío e Isabela, esto se borra de los recuerdos de la manada, El Alfa cumplió, llegó al duelo — Aurora nunca había usado su poder de reina, jamás había visto actuar a una pues su manada no había tenido una por mucho tiempo, su instinto y quizás su espíritu de líder le dieron las respuestas.
Los ancianos solo miraron a Romeo, esperaban que el aprobara las palabras de la reina.
Aurora se acerco, rompió su vestido y coloco una compresa en el hombro sangriento de Romeo
— Tengo qué seguir, es mi honor — Romeo no podía permitir que declararán empate, tampoco quería matar a Darío y estaba de acuerdo con la amnistía, pero su hombria de lobo estaba en juego — Es mi hombria de lobo — refunfuño en voz alta.
—¿Quieres demostrar que eres macho a estos ancianos o a solas conmigo en la habitación?— Aurora sonrió mirandolo a los ojos.
—¿Que quieres decir?— pregunta Romeo con una sonrisa pícara mientras sus ojos se llenan de alegría y remuerde su labio.
— Mis cuidados de la herida serán muy buenos, y hacer sentir bien al Alfa es parte del tratamiento — Aurora paso disimuladamente la mano sobre la entrepierna de Romeo, la señal y el mensaje eran claros.
Uno de los ancianos se acercó
—¿Que hacemos Alfa?¿Desea continuar la pelea?— pregunta temeroso, no quiere ser grosero.
— La reina dió una orden, es una estupidez seguir con el duelo, Darío y yo cumplimos, quiero irme a casa para que mi esposa me sane — Romeo se levantó y coloco su brazo sobre el hombro de Aurora.
Ella lo ayudo para llegar hasta la carreta de uno de los lobos que se ofreció a regresarlo, Darío y el Alfa no serían considerados cobardes, pues llegaron al duelo, pero como ordenó la reina, esto debía ser olvidado.
Aurora ayudo a Romeo a llegar a la habitación, pidió agua tibia para limpiar su herida, este se quejaba demasiado por el dolor.
— Debiste pensar eso antes de actuar como una bestia, se que para el Alfa un reto de esos es imposible de pasar, pero si te pasa algo me muero — Aurora le da un beso en los labios, imaginar que Romeo moría, le causaba un enorme dolor y un gran arrepentimiento por no olvidar.
— Tu me prometiste cuidados especiales — sonríe Romeo, fue capaz de renunciar al duelo solo por una noche con su esposa.
Aurora se sonrojo, mordió su labio
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