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El Alfa romance Capítulo 110

En cuanto colgó, Jess dejó escapar un profundo suspiro de alivio y, nerviosa, se mordió la parte interior de la mejilla mientras tomaba el camino de regreso a las mazmorras.

No podía darlo por hecho, pero confiaba en que Dave había creído en la razón que tuvo para llamarlo. Por lo menos, no le había hablado en mala forma ni le había prometido matarla. Eso, a su modo de ver, sugería que al menos no la había descreído por completo.

El resonar de sus pasos por el hueco de la escalera le provocó un escalofrío de sobrecogimiento en la columna. Su madre se había acostumbrado a pasar todo el día aquí abajo desde que estuvieron confinadas en el palacio.

Los guardias de élite del Consejo Real de Ancianos siempre estaban al lado de su padre, y él llevaba días sin salir de su habitación. Ella había estado yendo y viniendo para tratar de hablar con él, pero los canallas despiadados que custodiaban su puerta la empujaron bruscamente.

A Amanda y a Jess prácticamente las habían dejado a su suerte. Quizás no las veían como una amenaza.

Jess resopló con ironía.

Ellas no constituían un riesgo de fuga, de eso no había duda, pero ¿Y su madre? Decididamente, habían subestimado a Amanda.

Ella estuvo en aquel perturbador recinto oscuro día tras día, de donde salían gritos ahogados y un repugnante hedor metálico perceptible para todo el que se acercara. El tufo parecía invadir las fosas nasales, aunque uno se cubriera la cara al pasar y, una vez fuera del vejatorio espacio, el sórdido olor persistía.

En ese mismo lugar, su madre le había puesto un cuchillo en el cuello un día antes …, y en ese preciso momento Jess se dio cuenta de que, si este ardid les permitía salirse con la suya o cargar con el revés, su vida, así como la del niño que estaba por traer al mundo, tendrían todas las de perder.

Contuvo la respiración e hizo todo lo posible por pasar rápidamente por delante de la nueva sala de juegos de Amanda, esforzándose por aguantar las náuseas que estaba padeciendo debido a las hormonas del embarazo.

Jess prefería que su madre no la viera por el momento, por lo que se dirigió al único sitio de este agujero abandonado donde tenía un poquito de felicidad…. La sección del pasillo iluminada por una luz tenue, que quedaba justo afuera de la celda de Amaris.

Amanda ya había colocado un par de sillas delante de la inmensa ventana traslúcida, para que se sentaran y se regodearan las veces que quisieran.

Jess tomó asiento y miró detenidamente y con cara de póquer la sala en la que Amaris había sido recluida a la fuerza.

Le asombró que Amaris hubiera sido tan estúpida como para acercarse al mimo de inmediato. Jess resopló para sus adentros al paso que reproducía la escena mentalmente.

Esa era la mayor emoción y satisfacción que había experimentado desde… bueno, desde siempre.

Su ira por lo injusto de todo eso estalló dentro de ella una vez más. Entrecerró los ojos ante la figura inmóvil encadenada sobre una de las paredes de la sala.

Claro que estaba celosa de Amaris y de su vida fácil. Ella solo esperaba recibir maquinaciones y el control materno, además de vivir bajo el miedo constante de ser descubierta… ¿Por qué tenía que ser ella la víctima?

Si la gente supiera los horrores que se vio obligada a afrontar cuando era niña, el costo de aprender la magia negra que se le exigiría cuando fuera adulta… y el precio que se vio obligada a pagar, a regañadientes, desde temprana edad con su inocencia…

Jess se secó una lágrima que le había quedado en la mejilla, con rabia, mientras apartaba los torturadores recuerdos y colocaba una mano protectora sobre su vientre.

Si se salía con la suya, su hijo nunca tendría que sufrir estas injusticias, ni la crueldad del Excidium Coven.

Criaría a su hijo mucho mejor que como su madre lo hizo con ella. Aunque les costara la vida a otras personas, su bebé sería lo primero.

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