Minerva llegó una hora después de recibir el mensaje de Amaris donde le aseguraba que estaba bien. Metió la mano en el bolso y revisó su teléfono por si tenía más mensajes de ella, pero el buzón estaba vacío.
Mientras miraba la pantalla sin mensajes nuevos, se mordió el labio y frunció el ceño, sintiéndose más nerviosa.
‘Amaris, te juro por mi padre que si te has metido en problemas por ser tan ingenua y sin tener en cuenta tu propio bien…' Pensó enfadada mientras cerraba la puerta del auto y entraba a la cafetería.
Después de coquetear un poco con el nuevo camarero y tomar su café, se sentó en la mesa de siempre y se quedó mirando por la ventana, esperando a Amaris.
Entonces, pasaron cinco minutos, y luego diez…
Minerva miró el reloj con impaciencia y volvió a marcar el número de Amaris. Al escuchar el buzón de voz, frunció el ceño y maldijo en voz baja.
Había algo que no le gustaba. En un instante tomó una decisión y se levantó de golpe. Haciendo que la silla cayera detrás de ella mientras corría hacia el mostrador.
'¡Eh! ¡Chico musculoso!' Gritó, y silbó para llamar la atención del nuevo camarero.
El chico se dio la vuelta algo molesto por la arrogante actitud que tenía la mujer frente a él.
'No soy un perro, no hace falta que silbes para llamar mi atención'. Respondió malhumorado.
'Perro, lobo, licántropo, todos los peludos son iguales. Si te trato bien, en un abrir y cerrar de ojos estarás de rodillas a mis pies, suplicándome para que te vuelva a tratar así…' Le dijo Minerva con una sonrisa burlona mientras las mejillas del nuevo camarero se sonrojaban.
'No te preocupes, cariño, no se lo diré a nadie si tú no lo haces'. Se rio de forma coqueta mientras rebuscaba en su bolso y sacaba su tarjeta de presentación.
Se la entregó con una expresión seria, todo su humor coqueto había desaparecido, por lo que el brusco cambio lo desconcertó.
'Aunque me encantaría profundizar más en esta conversación, tengo algo que hacer, pero puedes llamarme cuando salgas del trabajo. Si estoy libre, contestaré: si no, te llamaré cuando lo esté. Ahora. ¿Sabes si los dueños están por aquí? Quisiera hablar con ellos'.
El camarero asintió con la cabeza y se dirigió a la parte trasera de la tienda, donde los dueños solían pasar el tiempo.
Cuando ellos aparecieron por la puerta principal, sonrieron de oreja a oreja al ver a Minerva.
'¡Mi querida amiga! ¿Cómo estás? Hace mucho que no las veía a Amaris y a ti'. Exclamó Maureen con cariño mientras su esposo reía por lo bajo.
'La verdad, no sé por dónde empezar, pero ya será para otra ocasión. No puedo quedarme más tiempo, pero quería preguntar si me podrías llamarme cuando llegue Amaris'.
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