—Sara, ¿por qué no me crees?
Al ver que su propia esposa se marchaba en un arrebato de ira, Alex retrocedió, con el corazón latiendo con dolor.
—¿Creerte? ¡Quién te crea será un desgraciado para el resto de su vida! ¡Pedazo de basura! ¡No bloquees el camino!
Carmen apartó a Alex de un empujón y se marchó con su hijo Lucas. Los demás miembros de la Familia González comenzaron a regodearse ante la expresión perdida y abatida de Alex.
—Sara, eres mi mujer. Nunca dejaré que nadie te deshonre —apretó los puños con fuerza y su mirada se volvió decidida mientras añadía—. ¡Nunca!
Al salir del hotel, vio a Sara y a los demás llamando a un taxi junto a la carretera. No tardó en acercarse a ellos. En ese momento, un lujoso Cadillac se detuvo junto a los tres.
La puerta se abrió y se asomó un apuesto joven.
—Sara, ¿a dónde vas? Deja que te lleve. —La lujuria creció en los ojos de Bruno mientras observaba el curvilíneo cuerpo de Sara de arriba abajo.
Era compañero de universidad con Sara y Alex. Cuando estaban en la universidad, ella era la más bella y él la había perseguido desde el primer año. Cuatro años después, Alex se la había arrebatado. Al final, ella había optado por casarse con Alex, que no tenía nada a su nombre. Bruno estaba loco de rabia en aquel momento. A lo largo de los años, había albergado odio en su corazón y ahora, por fin, podía vengarse.
—¡Señor Escobedo!
Como si acabaran de ver a su salvador, Carmen y Lucas lo llamaron de manera reverente.
—Señora González, ¿a dónde va? —sonrió Bruno a Carmen.
—Nos vamos a casa. —Se apresuró a responder Carmen con una sonrisa.
—Suban, entonces. Los llevaré —ofreció con amabilidad.
Carmen se disponía a subir al auto con alegría cuando Sara murmuró con frialdad:
—Bruno, no hace falta que actúes. No te preocupes, estaré contigo los tres días. Espero que entonces cumplas tu parte de la promesa.
Al ver la mirada gélida de Sara, Bruno reprimió la rabia que llevaba dentro y la agarró de la muñeca. Con falsa sinceridad, le preguntó:
—Sara, después de todos estos años, deberías ser capaz de entender mi amor por ti, ¿verdad?
Sobresaltada, intentó retirar su mano de su agarre, pero él la sujetó con fuerza. Al ver esto, la furia ardió en los ojos de Alex. Gritó con rabia:
—¡Suéltala!
Volteándose para mirarlo, Bruno se rio con un toque de burla:
—Oye, ¿no eras el representante de la clase y el mejor alumno? ¿Cómo has acabado como un mendigo?
—¡Suelta a mi mujer! —dijo furioso.
—¡Suéltame! —Al ver a Alex, Sara trató de apartar los dedos de Bruno con frenesí, pero fue inútil. Su agarre era tan fuerte que su muñeca estaba muy lastimada.
—Sara, te convertirás en mi mujer en tres días. ¿Y qué pasa si te tomo de la mano un rato? —La miró, como si se sintiera ofendido.
Sara se sintió muy desconcertada. Quería insultarlo, pero temía que se retractara de su oferta de treinta millones. Sin embargo, si guardaba silencio, le preocupaba que Alex se enfadara cada vez más. Justo cuando ella dudaba, él hizo un movimiento. Con la rabia corriendo por sus venas, levantó un puño y golpeó a Bruno en la cara. Este no pensó que Alex se atreviera a agredirlo, así que no estaba preparado para el puñetazo y se tambaleó hacia atrás, soltando a Sara en el proceso. De las comisuras de sus labios brotó sangre. El puñetazo había conseguido dejar a Sara, Carmen y Lucas conmocionados.
Sara estaba muy sorprendida. Después de todo, él siempre le había dado la impresión de ser un hombre débil y tímido. El hecho de que estallara de ira de esa manera hizo que su corazón latiera con fuerza.
—¿Estás bien? —Se giró Sara para ver a Bruno con expresión de preocupación, al notar su boca sangrante.
—Estoy bien. Por tu bien, lo dejaré ir esta vez.
Bruno estiró una mano para limpiarse la sangre de la boca y vio a Alex con una mirada asesina.
Luego, esbozó una sonrisa sincera antes de dirigirse a Sara.
—Sara, si te divorcias de él, te juro que te haré mi esposa. La condición que había puesto antes no era para humillarte, sino para que entendieras mi amor por ti.
Observando la supuesta sinceridad en la mirada de Bruno, el corazón de Sara se aceleró. La expresión de sus ojos se volvió de pánico.
—No se preocupe, Señor Escobedo. Dentro de tres días, los haré divorciarse sin duda. —Se alegró Carmen mucho. Si Bruno de verdad se casaba con su hija, eso significaría que tendrían un vínculo con una familia influyente. ¿Quién se atrevería a intimidar a los González en el futuro?
—Sara, estaré esperando tus buenas noticias entonces. Confía en mí cuando digo que cumpliré mis promesas —aseguró Bruno con seriedad.
Sin embargo, Sara no respondió ni lo miró. Entonces, Bruno se giró hacia Alex y se burló:
—Mi querido delegado de clase, tengo previsto ofrecer a Sara una gran ceremonia de boda dentro de tres días. ¿Vendrás a celebrarlo con nosotros?
—No te preocupes, ¡seguro que asistiré! —Una oscura sonrisa se dibujó en los labios de Alex—. Para entonces, si no consigo que te pongas de rodillas y ruegues por mi misericordia yo, Alejandro Gutiérrez, ¡permitiré que me llames perro!
—Claro. Entonces nos encontraremos de nuevo en tres días. Todos nuestros antiguos compañeros te estarán esperando junto conmigo, ¿sí? —Se echó a reír, luego se dio la vuelta para subir a su auto y se marchó.
Ante las palabras infantiles de Alex, se veía en la cara de Sara una absoluta decepción. En comparación con la elegancia de Bruno, él le parecía un tipo de lo más burdo, ¡como un campesino!

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El amor de Alejandro