El Amor Eterno romance Capítulo 1507

Yara dijo que ella no había escuchado ningún ruido, pero yo escuché esas campanas.

Yara me soltó la mano y dijo: "El juego está a punto de terminar. Aún tengo una tarjeta conmigo. La usaré con Seychelles y aprovecharé la oportunidad para darle mis estrellas sobrantes".

Los hombres de Zachary nos protegían a Yara y a mí, así que no estábamos en peligro. Sin embargo, Seychelles y el Hermano Tyler tenían que seguir las reglas y completar el juego.

Los tintineos de la campana se hicieron más evidentes y fuertes después de que Yara se fue. La voz se escuchaba desde atrás. Me pareció escuchar a alguien decir algo como: "¡No te acerques demasiado en caso de que los hombres de Zachary se den cuenta!".

"Lucas, eres un gran hipnotizador. Debería ser fácil hipnotizarla, ¿verdad? Prometí no hacerle daño, pero Zachary...".

Esa voz también sonaba muy familiar. Se escuchaba como la de Jeremiah.

"Usa tu voz para atraerla primero".

"Ya sea que tenga éxito o no...".

"¡Te mataré si fallas!".

Me di la vuelta, pero no vi a nadie detrás de mí. De pronto, todo a mi alrededor se tornó borroso. No estaba segura de dónde estaba o qué estaba haciendo.

Grité el nombre de Yara.

Después de lo que pareció demasiado tiempo, Yara finalmente regresó a mi lado. Ella dijo: “Caroline. Estoy aquí. ¡No te ves muy bien!".

"Yara, ¿dónde estamos?".

"Caroline, ¿qué te pasa?".

...

"¡Es el final del juego!".

No estaba segura de quién gritó eso.

Fue Eisman quien habló primero. Dijo: "Es raro que todos se reúnan aquí. ¿Por qué todos ustedes mantienen una cara tan seria?, ¿no lo crees, Nébula?

Lucas dijo: "Sabes cuál es mi propósito hoy".

Al escuchar eso, la expresión de Eisman cambió drásticamente. De repente, se quitó las gafas de sol y le preguntó a Lucas: "En serio, ¿cómo puedo expiar mis pecados?".

Lucas dijo con firmeza: "¡No hay posibilidad!".

Eisman sonrió y comenzó a reír con tanta fuerza que estuvo a punto de perder el aliento. De repente, escuché la voz de un extraño desde atrás. Él habló con Eisman y le dijo: "Ya te lo dije, Nébula nunca te perdonará".

Desvié mi mirada y vi a un hombre de mediana edad. Su rostro estaba lleno de cicatrices.

No estaba segura de quién era, pero no tenía la suficiente curiosidad como para preguntarle al respecto.

"Hermano, ¿qué debo hacer entonces?".