Con la promesa de Debbie, Tabitha asintió con aprobación.
A ella le agradaba su nuera, era sencilla, honesta pero también bastante alegre cuando estaba con Carlos.
Megan se sentó junto a este último, con las manos apoyadas contra su mandíbula, luciendo su típica y tierna sonrisa, "Tabitha es muy buena con la tía Debbie, qué envidia me da", dijo ella.
Tabitha sonrió y exclamó: "Megan, un día, cuando te cases, tu suegra también será buena contigo".
"Soy demasiado joven para pensar en casarme", respondió Megan. En ese momento, una sirvienta le entregó una taza de té, ella lo acercó y bajó la cabeza para tomar un sorbo.
Tabitha sonrió y siguió hablando con su nuera, "¿En qué año estás en la universidad? ¿Estás muy ocupada en la escuela?", preguntó.
"Estoy en tercer grado así que no estamos tan ocupados aún", respondió ella.
"¿Cuál es tu especialidad?", preguntó nuevamente Tabitha.
En ese momento, la sirvienta que estaba vigilando a Jake bajó nerviosa y dijo, "Señores Hilton, algo está pasando", informó nerviosamente.
"¿Qué pasa?", preguntó Megan.
La criada la ignoró y miró a Debbie, diciendo: "El chico... Sra. Hilton, no era mi intención, yo estaba limpiando, no me di cuenta... traté de detenerlo, pero él no quiso escuchar...", la mujer se encontraba tan asustada que estaba a punto de llorar.
Debbie tuvo un mal presentimiento, se levantó y subió las escaleras, los demás le siguieron los talones.
Había algunas habitaciones arriba, pero sólo la puerta de la habitación de Debbie estaba abierta, cuando entró, se dio cuenta de que su ordenada alcoba era ahora un desastre total, Jake no estaba a la vista y el agua corría en el baño.
Debbie caminó alrededor para examinar la habitación, cuando pasó por el tocador, vio que las filas de cosméticos estaban desordenadas y faltaban algunos productos, luego empujó la puerta del baño y vio que el niño estaba jugando con los maquillajes que faltaban con el grifo abierto. De pie frente al espejo, Jack se había puesto crema en toda la cara hasta que se cubrió por completo, también se puso algo en el cuerpo, pero la mayor parte del producto estaba en el lavabo, fluyendo lentamente en el desagüe.
Debbie sintió que la sangre le hervía, sin pensarlo dos veces, se apresuró hacia el niño y gritó: "¿ Qué estás haciendo?". Ella cerró la llave del agua y trató de arrebatarle la crema restante al pequeño, sin embargo, ya era demasiado tarde. En el armario del tocador, había frascos de crema facial, botellas de esencia hidratante, botellas de tónicos para la piel... todos vacíos.
La cara de Debbie se deformó por el enojo, el chico se asustó al verla y lanzó el frasco de crema hacia ella. "¡Eres mala! ¡Eres mala!", gritó él.
"¡Cállate!", gritó Debbie.
El frasco de crema chocó contra sus muslos, no le dolió mucho, pero el resto de crema que quedaba se derramó sobre su ropa, haciendo hervir su sangre aún más.
El caos sacudió a los demás dentro del baño, Carlos tomó a su esposa en sus brazos y le preguntó: "¿Qué pasa?".
A ella le dolía el corazón al ver las botellas y los frascos de cosméticos vacíos, en ese momento, estaba demasiado triste como para decir una palabra. El niño corrió hacia Megan y comenzó a llorar, Debbie lo miró molesta y apretó los dientes, tratando de no explotar de rabia.
Tabitha sonrió, "Debbie, sal del baño, las sirvientas pueden hacerse cargo de esto".
Debbie se giró para limpiarse los ojos, su marido la tomó del brazo y le dijo: "Ven conmigo", sabiendo que no podría negarse, Debbie lo siguió fuera del baño con la cabeza agachada.
Carlos la llevó al vestidor y cerró la puerta, suavemente, le limpió las lágrimas del rostro y la tranquilizó: "Sólo eran cosméticos, no vale la pena que llores".
Cuanto más lo pensaba Debbie, más se enojaba. "Siempre me gustó esa marca, pero era un lujo que no me podía permitir comprar, nunca podría usar ese tipo de maquillaje si no fuera por la tarjeta bancaria que me diste. Ahora que finalmente los tenía, están hechos pedazos, decenas de miles de dólares se gastaron en nada", sollozó ella.
"No es gran cosa, por favor, no llores más cariño, si te gusta tanto esa marca, les pediré que nos envíen unos cuantos sets aquí a la casa", dijo Carlos.
Debbie se secó los ojos y lo miró, "¿Decenas de miles de dólares no es gran cosa? ¡Has trabajado duro por ese dinero! ¿Por qué debería ser desperdiciado? Es posible que te hayas desvelado para ganarlo o quizás hayas bebido con tus clientes sólo para hacer negocio, no es fácil ganar dinero. Además, ese niño era muy grosero, alguien tiene que ponerle un alto", le dijo ella a su esposo.
Habría sido más fácil para Debbie olvidar el asunto si el chico no lo hubiera hecho a propósito, pero no sólo se negó a disculparse, sino que también le arrojó un frasco de crema, si eso hubiera sucedido hacía algunos años, ella ya le hubiera dado una lección.
Carlos se dio cuenta de que Debbie no estaba enojada solamente por los cosméticos, estaba enojada en parte por la mala actitud del niño y en parte porque sentía que su trabajo había sido desperdiciado. "Está bien, está bien, sabes que no me importa la cantidad de dinero, así que no te enojes tanto. Ve a cambiarte, le pediré a Megan que llame a los padres del niño, ¿de acuerdo?", dijo él calmando a su mujer.
Después de limpiar sus lágrimas, Carlos besó sus ojos suavemente, ’Deb, mi niña hermosa, ¿sabes cuánto me duele cuando lloras?', pensó él.

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