El Arrepentimiento Llega Tarde romance Capítulo 143

Sintió una punzada sorda en el corazón y, sin decir nada, se quedó mirando la taza de café sobre la mesa. Fue Yago quien rompió el silencio.

—¿Desde cuándo Gigi empezó a ver a un psicólogo?

Evidentemente, también había empezado a dudar.

Y eso que, desde ayer hasta hoy, aún sentía mucha rabia hacia Gisela.

Juan volvió a sentarse; ya se había calmado un poco.

—Empezó desde que llegó a la casa de los Flores. Mamá dice que en casa de sus padres adoptivos creció siendo maltratada.

Una persona con una enfermedad mental grave... ¿Acaso no debería ser perdonada por haber cometido una falla?

Yago miró a Lorena, que estaba a su lado, con palabras atoradas en la garganta, pero al final habló.

—Lori, sé que todo esto te hizo pasar un mal rato. Te prometo que nunca más volveré a juzgarte sin saber la verdad. En cuanto a lo mío con Gigi, lo he pensado mucho estos días. Tú eres mi prometida de nombre, pero aun así estuve con ella a tus espaldas. El error fue mío desde un principio. Si admites públicamente este asunto, yo me encargaré de anunciar a todos que rompemos el compromiso. A partir de ahora, cada uno seguirá su camino.

Sí, hasta ese momento no se había hecho oficial la ruptura del compromiso ante la sociedad.

Aunque el matrimonio entre Yago y Gisela ya estaba en proceso de organización, en esos círculos siempre se era más duro con las mujeres. Mientras el compromiso no se disolviera públicamente, Lorena seguiría siendo vista como esa mujer que fue abandonada antes de casarse, la que siempre se humillaba por amor.

Ella lo miró a los ojos, pero Yago no se atrevió a sostenerle la mirada.

Luego miró a Juan, quien también desvió la vista.

Lorena dio unos golpecitos suaves con la yema de los dedos en la taza de café y esbozó una sonrisa: —Bueno.

Sacó su celular y publicó algo en Instagram.

[El video con el audio que circula en redes fue editado.]

Tenía muchos contactos en Instagram, pero desde que había perdido la memoria, no recordaba a ninguno.

La publicación recibió rápidamente una gran cantidad de comentarios, pero ella no se detuvo a leerlos. Simplemente le entregó el celular a Yago.

Él apretó los labios, con los dedos temblándole ligeramente.

De pronto, le vinieron a la mente muchos recuerdos bonitos con Lorena.

—Lori, lo de Gisela y yo... lo siento.

La mirada de Lorena ya se había posado en la espalda de Pedro. Su corazón latía con ansiedad. No tenía cabeza para escuchar nada de lo que Yago decía.

Se giró y salió de la cafetería, apresurándose tras la figura de Pedro.

Este último iba acompañado por varios altos ejecutivos, probablemente quienes asistirían con él al compromiso social.

Lorena lo alcanzó y quiso manejar su silla de ruedas, pero César se interpuso.

—Señorita Lorena, por favor, solo quédese al lado en silencio.

Ella miró a Pedro. La curva de su boca estaba apretada hacia abajo: claramente estaba molesto.

—Perdón, jefe Pedro. Estaba resolviendo un asunto, por eso llegué unos minutos tarde.

Pensó que su molestia se debía a su retraso, así que se apresuró a disculparse.

Pero Pedro no dijo ni una sola palabra. La atmósfera a su alrededor era supremamente tensa.