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El camino de venganza de la heredera rota romance Capítulo 9

El estrecho espacio solo contenía una cama plegable desgastada y algunos artículos domésticos escasos y rudimentarios, el resto era un desorden. Las paredes estaban amarillentas, exudaban un olor a humedad y a moho, y tenían telarañas en las esquinas. Al ver tales condiciones de vida, Elliot ardió de rabia.

—Marilyn, ¿en qué diablos estabas pensando? Laurie es mi hermana. ¿Quién te dio permiso para dejarla vivir aquí?

Marilyn parecía agraviada e indefensa.

—Señor Elliot, ¿no fue usted quien le dijo a la Señora Bennett que se mudara aquí? ¿Lo ha olvidado?

—¿Cuándo he…?

Elliot se detuvo a mitad de la frase. Hace ocho años, el día que Lauren llegó a casa, le dejó elegir una habitación. Ella eligió la habitación de invitados junto a su dormitorio, él se negó de inmediato.

—Voy a convertirla en un estudio, elige otra.

Entonces eligió la habitación contigua a la de Willow. De nuevo, él se negó.

—Willow la usa como estudio de arte. No puedes tenerla.

Al final, Lauren eligió el ático, pero él también lo rechazó.

—Eres uno de los miembros de nuestra familia. Si la gente se entera de que vives en el ático, se reirán de nuestra familia. Marilyn, ¿no hay otra habitación?

—La hay, pero solo queda la trastera.

—Entonces límpiala y deja que se quede allí por ahora.

Él había supuesto que el almacén era como las habitaciones de invitados, espacioso y con buena iluminación. Nunca esperó que fuera una caja sin ventanas. Su mente evocó de manera involuntaria imágenes de Lauren pasando noche tras noche en este espacio frío y solitario. El dolor en su pecho se hizo más profundo.

En una casa tan grandiosa, incluso los sirvientes tenían habitaciones privadas, pero su propia hermana fue obligada a vivir en un almacén húmedo y oscuro durante tres años, la idea casi lo asfixia. Elliot irradiaba una presión escalofriante. Marilyn dudó antes de sugerir:

—El almacén está demasiado húmedo. Señor Elliot, ¿por qué no deja que la Señorita Lauren se quede en mi habitación?

—No es necesario —replicó Elliot con firmeza.

Su corazón se sentía como si lo atravesaran innumerables agujas, cada una de ellas entrelazada con culpa y tristeza, retorciéndose en un nudo insoportable. Respiró hondo y ordenó:

—Llama a Jeffrey. Dile que venga a mi habitación.

Dicho esto, se llevó a Lauren inconsciente y se dirigió directo a su habitación. Al ver su figura un poco apresurada, Marilyn se sintió feliz por Lauren.

«El Señor Elliot se preocupa por la Señorita Lauren, después de todo. Siempre la ha ignorado, dejándola que se las arregle sola, pero por fin parece un verdadero hermano».

Marcó de inmediato el número de Jeffrey Gordon.

—Hola, Doctor Jeffrey. La hermana del Señor Elliot está enferma. Por favor, venga rápido…

Cinco minutos después, la puerta del dormitorio se abrió de golpe. Incluso antes de entrar, sonó una voz burlona.

—Señor Elliot, está obsesionado con su hermana. Willow está enferma, pero en lugar de dejarla descansar en su propia habitación, usted tiene que… Espera, ¿no es ella?

Jeffrey entró con indiferencia, pero en cuanto vio el rostro pálido de Lauren en la cama, la diversión desapareció de su expresión, reemplazada por un frío desprecio.

—No trato a criminales.

Agarró su kit médico y se dio la vuelta para irse. Elliot frunció el ceño, con voz baja pero resuelta dijo:

—Jeffrey. Es mi hermana, no la llames criminal.

El rostro de Jeffrey permaneció helado, sus palabras eran como escarcha.

—¿Es tu hermana? Entonces, ¿qué pasa con Willow? Ella es la que creció contigo. Elaine está en estado vegetativo por su culpa. Lauren solo cumplió cinco cortos años en prisión, y ahora puede vivir como una persona normal. Pero… ¿Quién le va a dar a Elaine otra oportunidad de despertar? ¡Ella arruinó la vida de Elaine!

Las manos de Elliot se apretaron y aflojaron de manera repetida, con expresión preocupada. Por un lado, estaba su culpa y su inquebrantable vínculo con Lauren. Por el otro, la injusticia que habían sufrido Willow y Elaine. Se sentía como si estuviera siendo aplastado entre dos piedras inamovibles, incapaz de avanzar o retroceder.

Capítulo 9 Merece que lo den por muerto 1

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