CAPÍTULO 28
Cierro la puerta de un portazo del coche de Matt y me cruzo de brazos, furiosa. Me he puesto los lentes de sol en un intento de escudo para no verlo. Si, era algo absurdo pero bueno, otra cosa no se me ocurría para viajar con él CINCO MALDITAS HORAS.
Matt es un hombre que a veces puede amanecer frío, distante y luego es el tipo más divertido del mundo con sus respuestas irónicas y sarcásticas.
Y hoy estaba en ese estado: se estaba burlando de mí.
Eso no me hacía gracia, me indignaba. Él me había dejado y ahora actuaba como si nada. Realmente es horrible cuando alguien es capaz de cambiar tu estado de ánimo.
MALDITO SEÑOR MUSCULOS Y CARA TALLADA POR LOS MISMOS DIOSES.
Matt sube al coche, con aire arrogante y me roba los lentes de sol de un tirón y se los pone él.
—¡Oye!—lo regaño, malhumorada—¡Son mis lentes!
—Me quedan mejores a mí—se burla mientras se observa en el espejo retrovisor—. Maldición, soy guapísimo.
Y lo que más me da rabia es que tenga razón. Incluso resalta sus facciones tan masculinas que me dejan sin aliento.
—Cállate—me hundo en el asiento y me cruzo de brazos.
—Tú cállate.
—¿En serio quieres pelear y ni siquiera pusiste en marcha el coche?
—Puedo torturarte durante cinco horas cantando—mete las llaves en el contacto y me regala una media sonrisa.
—Esta no son vacaciones.
—Sí lo son para mí—se encoje de hombros y hace rugir a la RAM como si la dominara—. Haré un viaje largo con una chica sexy que tiene un culazo de infierno y un rostro espectacular ¿Cómo no pueden ser vacaciones?
El auto se pone en marcha, pero Ada se nos adelante manejando en su camioneta oscura y sale primero de su enorme entrada directo a la calle.
—¿Por qué Ada conduce y yo no puedo manejar tu coche?
—Su esposo tiene una sola mano, no seas mamona, Amy.
—Olvida que dije eso.
—Con una condición—sale a la calle y comienza a seguir al coche de Ada.
—¿Con cuál?—pongo los ojos en blanco, exasperada.
—Que pueda escoger la música del viaje.
Entonces enciende el estéreo y comienza a sonar una canción de los Guns N’ Roses, cosa que me sorprende muchísimo.
Me mira de reojo y se echa a reír con su risa ronca y juvenil.
—¿Qué? ¿Creíste que pondría música clásica? —me dice él.
—Sí, eres un tipo aburridísimo.
—¿Estás segura de lo que dice, señorita Steele? —me desafía, riéndose.
No sé lo que trama, pero de pronto el ánimo triste que me atormentó estos días se esfuma y creo que vuelvo a sonreír de verdad. Y todo por él y me siento vulnerable por ello.
El amor puede hacerte sentir absurdo e incluso, ya no te reconoces.
—Sí.
Asiente con lentitud y frunce los labios mientras conduce, relajado.
—Bien—acepta—. Veremos cuánto te dura esa postura.
Entre canciones famosas y melodías mal cantadas por Matt y yo, llegamos a una gasolinera ubicada en el medio de la nada. El día pintaba a nuestro favor con su cielo azul y clima cálido, aunque el viento te erizaba la piel de forma molesta. Pero el sol lo compensaba y te abrigaba.
Matt se bajó del coche y cargó el tanque. Mientras que, a mí, se me hizo agua a la boca en cuanto vi a un joven cruzar la puerta de la tienda con una bolsa de patatas fritas.
Bajo del coche y entro a la tienda. En cuanto salgo, ya tengo una bolsa de patatas fritas y varias barras de chocolate en una bolsa. Amo el chocolate y también las patatas fritas.
—¿En serio? —me pregunta, sorprendido al ver la bolsa y luego mi rostro de niña contenta — Sólo hicimos una hora de viajeeee.
—Mi pancita me lo exigió —me excuso con una sonrisa pícara y me meto en el auto, ansiosa por saber si elijo lo dulce o lo salado.
Luego de un rato, Matt se sube al coche luego de pagar y me mira a través de los lentes y con el cabello alborotado.
—Quiero —señala la bolsa de patatas con cierto interés en su voz.
—Cómprate las tuyas.
Acerca su rostro al mío, con una postura que desafía todos mis sentidos. Trago con fuerza. Si se acerca tan sólo un poco más puede que nuestros labios logren rozarse. Madre mía.
—Me das o te azoto el culo. Tú decides.

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