El Despertar de una Luna Guerrera romance Capítulo 58

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Punto de vista de Freya

Apenas pude contener la risa. Sabía lo ridículo que debía parecer todo esto para cualquiera que conociera la verdad.

—Kade —murmuré en voz baja—, sigue adelante.

Sus ojos brillaban, depredadores y divertidos. —¿Tu hermano es graduado en finanzas, verdad? ¿Sabe siquiera cómo programar? ¿Construir drones? ¿Y aun así cree que puede reclamar una patente de VANT?

La cara de Giselle se congeló. Su tono era agudo, defensivo. —¿Y Freya? ¿Qué habilidades podría tener para reclamar una patente?

Lana, ardiendo de furia a mi lado, se levantó de un salto. —¡Freya se graduó como la mejor de su clase en la Academia de Combate Halston! Fue la mejor de la pista de ciencias de La Capital. ¿Es suficiente? ¡Tu hermano solo tiene cerebro para el dinero, aparentemente! ¡Quiere quedarse con la patente de Freya, pero ahora finge que no puede pagarle 1.53 millones de dólares!

Dejé que las palabras quedaran en el aire, sintiendo la manada dentro de mí agitarse con una satisfacción cruda. La boca de Giselle se abrió, la incredulidad escrita en su rostro.

¿Graduada de Halston? ¿La mejor de La Capital en ciencias? Eso... ¿Freya?

Imposible. En sus ojos, yo no era nada. Y sin embargo, aquí estaba, de pie en el centro de la verdad mientras ella miraba como un lobo atrapado en el sol.

—Estás... mintiendo —balbuceó Giselle, la incredulidad aún aferrada a sus palabras.

—Siempre puedes preguntarle a Caelum mismo —dijo Lana, fría y deliberada.

Giselle se volvió hacia su hermano. Su silencio confirmó todo. La verdad, innegable, presionaba contra el aire como el olor de la sangre en una caza de luna llena.

Mientras Giselle se quedaba boquiabierta por mis calificaciones, los demás en la habitación estaban más sorprendidos por lo poco que había pedido en el divorcio. ¿Solo 1.53 millones? La mayoría había asumido que exigiría mucho más, y ahora comenzaban a darse cuenta de lo injustamente que había sido tratada todos estos años. Después de todo, por cualquier división normal, podría haber reclamado la mitad de la riqueza de Caelum.

—Caelum —dije, mi voz tranquila, afilada como una navaja—, quédate con la patente. Solo quiero los 1.53 millones que acordamos.

Su rostro se oscureció de humillación y rabia. Podía sentir los instintos de la manada ardiendo en él, pero la mirada de la audiencia lo hacía ver pequeño, casi lastimoso. —Freya... no me he negado. Una vez que se desbloqueen las acciones, recibirás tu dinero. ¿Por qué me presionas así?

—¿Presionarte? —Resoplé, y luego, deliberadamente, saqué un grueso montón de documentos. —Estos son tus extractos de tarjetas privadas de los últimos dos años. Solo las joyas que le compraste a Aurora, más de veinte piezas, que suman más de 50 millones. ¿Y ahora me dices que no puedes pagar 1.53 millones por un divorcio?