—¿Quién fue? ¿Quién se me acercó de manera sigilosa? —Esteban rugió, sacando el palillo.
Aunque Esteban se estaba burlando del culpable, en realidad estaba muy preocupado, porque sabía que su Habilidad Impenetrable era muy fuerte. Nadie había sido capaz de hacerle daño.
Sin embargo, ¡alguien lo había apuñalado de manera casual con un palillo! Se sorprendió al descubrir que había un experto entre la multitud.
Todos intercambiaron miradas. Nadie sabía quién lo hizo.
Solo Tomás miraba a Jaime. Sus ojos estaban llenos de admiración.
—¡Fui yo! —Jaime dio unos pasos hacia adelante.
—¿Tú? —Las cejas de Esteban se fruncieron con incredulidad.
«Este joven tiene apenas veinte años. ¿Cómo podía ser tan fuerte?».
—¡Jaime! ¿Qué... qué estás haciendo? ¡No intentes ser un héroe! No fuiste tú. —Josefina se acercó a Jaime y tiró de él hacia atrás.
—Señorita Serrano, el Señor Casas estará bien. ¡No se preocupe! —Tomás la detuvo.
—Oye, chico, ¿estás defendiendo a Tomás? ¡Tu confianza hará que te maten! —Esteban dijo con frialdad.
—¡Déjate de tonterías y ponte manos a la obra! ¡Estoy ocupado! —Jaime puso una mirada inexpresiva mientras hablaba.
En ese momento, un fino velo de niebla rodeó a Jaime. Era tan delgado que era casi invisible.
El velo de niebla que rodeaba a Jaime era la energía espiritual de la atmósfera y había formado un escudo resistente a su alrededor.
Excepto Josefina, nadie más detenía a Jaime porque todos querían ver de lo que era capaz. Querían ver por sí mismos la razón por la cual Arturo era tan respetuoso con Jaime.
—¡Bueno, tú lo pediste! —Los ojos de Esteban brillaron.
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