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El Desquite de una Madre Luchona romance Capítulo 121

Carolina también bajó del segundo piso.

Al ver que su papá había regresado, la niña, con los ojos hinchados de tanto llorar, corrió directo a sus brazos y, entre sollozos, preguntó:

—Papá, ¿cuándo va a volver mi mamá a casa?

Lázaro se quedó sin palabras.

Por dentro, la rabia hacia Rocío solo se le acumulaba más y más.

—Pequeña princesa, ¿puede la abuela irse ya? —Fernanda le preguntó a Carolina, buscando su aprobación.

Después de todo, estaba acostumbrada a la buena vida; claro que quería a su nieta, pero eso de cuidarla… francamente no era lo suyo. Apenas podía con ella misma y ya le dolían hasta los huesos de tanto cansancio.

Había varias empleadas en la casa, y Lázaro también estaba de vuelta. Para Fernanda, como abuela, era la oportunidad perfecta para escabullirse y descansar un poco.

Antes de que Carolina pudiera siquiera asentir, Lázaro ya había dado el visto bueno:

—Mamá, puede irse a descansar.

Fernanda salió casi huyendo, como si escapara de una trampa.

En la casa, además de las cuatro empleadas, solo quedaban Lázaro y Carolina. Las empleadas, asustadas, ni respiraban fuerte; discretamente se escondieron en el patio trasero.

—Desde que Rocío se fue de esta casa, todo se volvió un caos. El señor no puede comer ni dormir bien, y la pequeña también anda igual. Dime tú, Rocío ya era la señora Valdez, ¿a qué viene hacer tanto escándalo? Por su culpa, todas salimos perdiendo.

—¿Nosotras también? —preguntó la empleada nueva, mirando a la más veterana.

—¡Claro que sí! Cuando Rocío estaba aquí, no teníamos que lavar la ropa del señor ni de la niña, tampoco preparar el desayuno. El cuarto principal, el estudio, el cuarto de la pequeña, todo lo hacía Rocío. Nosotras nada más nos encargábamos de lo nuestro. Era una vida fácil.

—Entonces… —la nueva sonrió—, ¿quiere decir que si Rocío regresara, nosotras solo tendríamos que ocuparnos de nosotras mismas y aun así cobrar nuestro sueldo?

—¡Por fin lo entiendes! Trabajar para la familia Valdez es como tener la vida resuelta: buena comida, buen trato y poco trabajo. Hasta el café del señor cuesta miles de pesos el kilo, y yo ya hasta me harté de tomarlo. Pero ahora ni ganas me dan.

Capítulo 121 1

Capítulo 121 2

Capítulo 121 3

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