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El Desquite de una Madre Luchona romance Capítulo 62

Mireya sonreía con una naturalidad desarmante.

No ocultaba en absoluto que alguna vez había sido una chica de pueblo, con las manos llenas de tierra.

Su cara irradiaba una vitalidad sencilla y honesta, una luz que contagiaba calma y seguridad.

A su alrededor, los hombres no podían evitar dejarse arrastrar por esa confianza suya. Era como si su energía los envolviera y les diera ganas de ser mejores.

Incluso Hernán, que siempre había permanecido neutral entre Rocío y Mireya, en ese momento se sintió inevitablemente atraído por Mireya.

—Esta muchacha sí que tiene algo especial —pensó Hernán.

Era transparente, de espíritu fuerte, con una seguridad en sí misma y unas ganas de vivir que no se veían todos los días.

No era raro que hubiera conquistado el corazón de tantos hombres.

Entre todos, Lázaro era su favorito, eso era evidente.

Pero tampoco era difícil notar que Eugenio sentía algo fuerte por Mireya.

Y ese doctor Simón, recién regresado del extranjero, tampoco se quedaba atrás en atenciones hacia ella.

Mireya tenía algo encantador, algo que la hacía sobresalir entre todas.

En contraste, Rocío, frente a Mireya, parecía vulgar y hasta fastidiosa, con una capacidad para aferrarse que rozaba lo enfermizo.

No era solo Lázaro quien la evitaba; incluso Hernán, al recordar el rostro de Rocío, sus maneras torpes y sus artimañas, sintió una punzada de disgusto.

—¿Cómo puede haber mujeres tan... tontas? —se preguntó, arrugando la frente.

Y para colmo, esa mujer había mantenido a Lázaro a su lado durante seis años. Vaya suerte la suya.

Mientras Hernán lamentaba el destino de Lázaro, su celular vibró. Al mirar la pantalla, vio un número desconocido y contestó sin mucho ánimo:

—¿Bueno? ¿Quién habla?

—Señor Navarro, buenas tardes. Soy Rocío. Escuché mucho de usted por parte de Lázaro, pero nunca lo había molestado antes. Solo que esta vez... necesito preguntarle si está con Lázaro. Es que tengo que hablar con él —la voz de Rocío sonaba sincera, casi apenada.

Rocío siempre supo quiénes formaban parte del círculo íntimo de Lázaro.

También sabía que nunca había encajado en ese grupo.

Lo tenía claro: en todos estos años, jamás había buscado a ninguno de los amigos de Lázaro por iniciativa propia.

Pero ahora, no le quedaba de otra.

—No está aquí —respondió Hernán, sintiendo que la mala suerte lo perseguía.

Capítulo 62 1

Capítulo 62 2

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