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El Desquite de una Madre Luchona romance Capítulo 91

Lázaro sentía una repulsión tan intensa que era como si hubiera tragado una montaña de insectos. Sin embargo, en ese momento, no podía decir ni una sola palabra.

—Por supuesto... ¡claro que no! —respondió con dificultad, cada sílaba le desgarraba la garganta, como si estuviera hablando con cuchillos en la boca.

Samuel arqueó las cejas y les dedicó a Lázaro y Mireya una sonrisa—: Sigan con la celebración, ¿sí? Les pido solo diez minutos. Mi acompañante y su familia quieren cambiarse de ropa.

Lázaro y Mireya asintieron al mismo tiempo, casi como autómatas, y respondieron al unísono:

—¡Está bien!

Samuel, con un solo brazo, rodeó a Rocío y se dio media vuelta para retirarse.

Detrás de ellos, avanzaban la abuela, Elvia y Sergio, quienes aún no entendían del todo lo que ocurría, pero al menos sentían que la situación ya no era peligrosa.

...

—¿Qué demonios acaba de pasar? —Violeta miraba furiosa cómo aquellas personas que habían venido a arruinarle el día se alejaban. Sobre todo, le hervía la sangre ver que dejaban ir a esa anciana tan fácilmente. ¿Cómo podían dejarla marchar así sin más?

Y lo peor era que, por lo visto, esa vieja aún regresaría después.

Violeta estaba tan molesta que sentía que iba a desmayarse de la rabia.

Álvaro, que había regresado desde el extranjero especialmente para la ocasión, no alcanzaba a comprender todas las intrigas y enredos de ese lugar. Solo seguía la última voluntad de su esposa fallecida: cuidar de “ella” a toda costa.

—¿Qué fue lo que pasó con esas personas de hace rato? —preguntó Álvaro, dirigiéndose a Mireya con un tono lleno de preocupación—. ¿Son tus amigas o tus enemigas? Creo que a esa mujer la vi antes en el Grupo Valdez, ¿no?

Por dentro, Mireya sentía que el mundo se le venía encima, pero no le quedaba más que responder con cortesía—:

—No se preocupe, señor Gómez. Solo fue un pequeño incidente. Hoy hay muchos invitados y, bueno, a veces no todos se caen bien, pero debemos ser tolerantes, ¿no le parece?

—Se nota que eres una buena muchacha —comentó Álvaro, y luego, con el ceño apretado, añadió con preocupación—: La anciana que estaba vestida con tanta extravagancia, ¿dijo que era la dueña de la fiesta?

Álvaro, en el fondo, solo buscaba el bienestar de Mireya.

Capítulo 91 1

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