Al día siguiente: 20 de octubre
Quizás nuestra estadía en Nueva York no fue tan extensa como hubiéramos querido, pero al menos podemos decir que la hemos vivido intensamente. Nos dimos todos los besos que quisimos, nos amamos sin límites y disfrutamos de los pequeños detalles que nos dimos cuenta que nos unen más, como lo es salir a correr juntos, que ella lave los platos un día y yo los seque y después cambiar de tarea al día siguiente, o hasta preparar la cena se convirtió en una aventura para los dos. Definitivamente extrañaremos mucho a Samantha y Julián y lo bien que nos han hecho sentir estos días, pero la realidad nos llama y no queda más que despedirnos de ellos e ir a pasar los puntos de seguridad del aeropuerto para ir a abordar el avión.
—Tenemos que decirles que vengan a Orlando. — me comenta mientras vamos haciendo la fila.
—Obviamente, solo que cuando el trabajo se calme un poco. Es que quiero tener tiempo para atenderlos y no simplemente dejarlos en casa solos. — explico, pero de repente su celular nos interrumpe.
—Disculpa amor, pero es el abogado. — me dice mirando la pantalla y rápidamente contesta.
«¿Un sábado?» me pregunto cuando la veo simplemente escuchando lo que le dice el abogado hasta que de repente una enorme sonrisa se dibuja en su rostro.
“¿eso quiere decir que ya esto oficialmente divorciada de Fernando?” escucho que pregunta y ahora soy yo quien sonríe con el mismo entusiasmo. “No, no vi ningún mensaje suyo, pero no importa, lo importante es que ya soy una mujer divorciada” continua y es tal su entusiasmo al hablar, que la gente a nuestro alrededor nos mira de manera extraña haciéndome reír más que avergonzar “¡gracias!” le dice extremadamente feliz y termina la llamada para mirarme como queriéndome contar toda su felicidad solamente con sus ojos.
—¿Escuche bien? — le pregunto y ella asiente.
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