(Al día siguiente)
Hawái, nuestro primer destino como marido y mujer, nuestras miradas se cruzan de manera cómplice y nuestras sonrisas les acompañan sabiendo que desde ayer hay un antes y un después en nuestras vidas —parece un sueño, ¿no? — le pregunto rompiendo el silencio entre los dos y ella asiente.
—Debo confesar que esto si es felicidad— responde y cada vez que su mirada se ilumina de la manera que lo hace ahora, me siento un mejor hombre por ser capaz de que ella sea feliz.
—Como que a tu familia y la mía se le fue la mano con los tragos, ¿no? — bromeo al recordar que todos estaban con una resaca horrenda esta mañana y reímos.
—Mucha celebración… pero no los culpo, le dimos la noticia de que serían abuelos así sin anestesia— comenta divertida.
Tiene razón, la manera que se enteraron de la noticia fue muy abrupta, pero era la más acorde dada la circunstancia —lo sé, y hablando de esa hermosa noticia, ¿Cómo lo vamos a llamar? — me atrevo a preguntar.
—Es que aún no sabemos si es niño o niña…— dice.
—Podemos elegir opciones para ambos— sugiero y me doy cuenta en estos momentos que hay muchas cosas que anhelaba en mi vida aun sin siquiera saberlo. Nunca me di cuenta que ser padre era una de ellas, era tan frio y distante con las mujeres, que no les prestaba atención a esos sentimientos tan profundos, pero después llego ella a mi vida, o mejor dichos nos encontramos en el camino y descubrí que ansiaba todo esto.
Es increíble darme cuenta que siempre estuve buscando mi felicidad en otras cosas que hoy no se me hacen para nada importantes. Pienso en que quería ser el arquitecto más exitoso, en que buscaba hacer una fortuna que me hiciera vivir tranquilo y ahora me doy cuenta que nada de eso me importa ya. Solo quiero mantener una estabilidad económica que haga que pueda mantener a mi familia tranquilamente y una carrera que no me robe el tiempo para estar con ella y nuestro hijo, tan simple como eso es lo que ahora sé que significa mi felicidad.
—¿Y qué nombres te gustan? Me interesa mucho saber esto— dice mientras se acomoda un poco de lado en el asiento del avión para poder mirarme a la cara.
—No sé, hay muchos, ¿Cuáles te gustan a ti? — indago y se queda pensativa por un instante.
—Sabes, se me ocurría que si es niña podríamos combinar nuestros nombres y llamarla Alma, ya sabes “Al” por mi nombre y “ma” por las primeras dos letras del tuyo— sugiere.
—Alma Daniau, me gusta— sentencio —me gusta eso de mezclar nuestros nombres, pero si es niño, no creo que funcione— comento entre risas mientras que en mi cabeza intento encontrar todas las combinaciones posibles entre las letras de los nombres Martin y Alai.
—Te diría que si es niño lo llamemos como tú, pero sé que no querrás— explica y de inmediato niego con mi cabeza.
—No… eso de Martin Junior no me gusta— confieso y reímos juntos.
—¿Qué tal Matías? ¿Samuel? ¿Tomás? — propone.
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