Ameline tembló de miedo, viendo nerviosamente las pistolas y cuchillos en los cinturones de los dos hombres que acompañaban a Seth.
Dios santo… ¿qué iban a hacer con ella?
—E-está todo en la casa donde estaba… gaste algo de dinero, p-pero puedo devolvértelo… s-solo dame tiempo. —Estaba sudando profundamente, recordando las palabras de Kato de que gente como ellos no eran de aceptar simples disculpas y luego olvidar todo.
La mirada de Seth se endureció.
Uno de los hombres detrás de Seth avanzó bruscamente hacia ella y agitó el brazo bruscamente para darle una bofetada que sin duda la tiraría contra el piso, Ameline cerró los ojos con fuerza, preparándose para el impacto, pero este no llegó.
Seth había frenado el golpe, tomando la muñeca de su compañero, que lo miró sorprendido.
—Nadie le va a arruinar la cara, si la matamos, será con veneno, algo rápido, no me gusta hacer sufrir a una chica tan linda. —Sonrió divertido ante su mueca entre aliviada y aterrorizada—. Sin embargo, preciosa, no me gusta que me mientas… Revisamos toda tu pocilga a la que llamas casa, mis cosas no están ahí.
Ella palideció.
—N-no es posible… Yo tengo todo guardado en una cajita bajo mi colchón, revisen bien.
—Dimos vuelta toda la casa, no quedó una sola madera pegada al piso, cerda mentirosa —bufó el tipo que casi la abofetea—. ¿Te tragaste las joyas cuando nos escuchaste llegar? Simplemente le diremos a nuestro cirujano que te corte de lado a lado y…
—Suficiente, Marco. —Seth levantó una mano, y luego se arrodilló sobre una rodilla frente a donde Ameline estaba sentada y descorrió con los dedos su flequillo, mirando atentamente como ella mordía su labio con fuerza—. Mira, preciosa… no estoy tan enfadado contigo como podrías creer, ya aclaré las cosas con Reynolds, sé que él no me mandó ninguna prostituta, ya revisé todas las cámaras de seguridad de los hoteles de los últimos cinco meses, sé que te metías ilegalmente a aprovecharte de gente rica idiota ¿no?
Ameline jadeó, sorprendida de que hubiera logrado reunir toda esa información sobre ella, ¡había creído que evitó bien las cámaras!
—Sé que me creíste otro rico idiota y por eso pensaste que te podías aprovechar de mí, sin conocerme, y no me molesta, porque disfrute mucho que te aprovecharas de mi ingenuidad. —Pasó el dorso de sus dedos suavemente por su mejilla sonrojada—. Hubiera tolerado que me robaras todas mis joyas, todo mi dinero, te hubiera dado más si te hubieras quedado… pero también robaste mi reloj. —Su mirada se ensombreció—. Ese reloj es importante para mí, preciosa, si lo regresas, te perdonaré y podrás irte, lo prometo, pero si no me lo das… empezaré a tratarte mal… y no quieres eso ¿verdad?
Ella tragó saliva, negando con la cabeza.
—Está en mi casa, en una caja, bajo el colchón —repitió, temblando, mirándolo con los ojos repletos de miedo.
Recordaba las palabras de Kato. “No te metas con los de arriba, porque solo ahí se desata el infierno”.
Seth la miró con decepción.
—Te pedí que no me mintieras… ahora tendré que dejarte aquí unas 48 horas a que mueras de hambre para que te ablandes, preciosa, para que veas que hablo en serio. —Palmeó su cabeza como si fuera un perro otra vez y se puso de pie, mirando a sus dos compañeros—. Vámonos, ella necesita ver que habló en serio.
—¡E-espera! ¡No me dejes aquí! —suplicó, pero fue tarde, ellos se marcharon sin mirar atrás, cerrando la puerta con fuerza.
Ameline miró a su alrededor con los ojos muy abiertos y horrorizados, intentando librarse de las ataduras en sus brazos, inútilmente.
Había una silla, una mesa y un colchón. Un baño y una regadera en un rincón oscuro, un desagüe en ese mismo rincón y una ventila a unos ocho metros del suelo.
—Dijo que me mataría de hambre… —susurró, espantada, para luego recostarse miserablemente en el suelo y empezar a llorar.
¿Por qué tuvo que meterse justamente con el hombre equivocado?
No pudo dormir, estaba demasiado aterrorizada, pero eventualmente comenzó a calmarse, y cuando comenzó a calmarse, empezó a pensar de forma más racional.
¿Cómo era posible que no hubieran encontrado las joyas y el maldito reloj que Seth tanto quería? No estaba tan bien escondido, no es como que tuviera una caja fuerte.
Y fue entonces cuando se dio cuenta: Betty.
Se paró de golpe, horrorizada.
Era obvio lo que pasó.
Betty se robó lo que ella se había robado.
Poseída por la furia, comenzó a golpear los barrotes de su celda, haciendo el mayor ruido posible, llamando por alguien, quien fuera, gritando desde el fondo de su garganta.
Eventualmente, Marco llegó, fastidiado.
—¡Necesito hablar con Seth! ¡Ya sé por qué no encontraron el reloj!
—Seth está ocupado, ratita repugnante, pero si vas a confesar, puedes decírmelo.
—Pero…
—¿Tienes algo que confesar, preciosa? —En ese momento, Seth los sorprendió tanto a Ameline como a Marco, llegando con pose relajada, las manos en los bolsillos de su pantalón—. ¿Al fin te diste cuenta que no bromeo?
—Nunca creí que bromearas. —Tragó saliva—. Escucha, ya sé por qué no encontraron el reloj, mi amiga Betty debió tomarlo, ella estaba ahí conmigo, ¿no la revisaron también?
Marco comenzó a reírse a carcajadas.
—¡Que mentira tan estúpida! No había nadie allí, rata asquerosa, solo tú.
—¡N-no, no! ¡Betty estaba ahí conmigo!
—Betty, qué nombre tan estúpido. —Marco siguió riendo.
VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El mafioso me aprisionó sin saber de mi embarazo