La cara le dolía, y esta vez no por razones malas. Aún no podía dejar de borrar su sonrisa que a decir verdad por más que quería, no dejaba de vislumbrar por todo su rostro.
La adrenalina que experimentó no solo se trataba de la sensación en su estómago cuando el helicóptero estuvo en los aires, sino en esa mano encima de ella, que estuvo todo el tiempo sosteniendo la suya, como si su cuerpo fuera parte del mismo Andrew.
Su mirada fija y la sonrisa que él estaba regalándole estaban causándole esa extraña sensación de pensar que él la quería, que de alguna forma la quería de verdad.
O cuando llegaron a esa cabaña y Andrew la presentó al hombre que los recibió como su novia, y aunque antes lo había hecho, Natali podía jurar que sus palabras posesivas eran como si se sintiera perteneciente a su corazón y a sus sentimientos como si… Como si Andrew estuviera dejándola entrar a su corazón de lleno.
Ahora que movía sus pies dentro de la bañera recostó su cabeza en el pecho de Andrew mientras él hacía círculos en su estómago.
—Iremos a esquiar en un rato… —el susurro fue suave, su corazón le latía en su mismo oído y podía sentir una respiración acompasada después de que llegaron solo a comerse de nuevo.
—Estás agotado de darme amor —dijo Nat alzando su rostro y dándole un beso en la barbilla, viéndolo sonreír como un niño.
—Puedo cancelar si quieres…
—Es broma —Natali se sentó suavemente yéndose a la esquina de la bañera mientras Andrew tomaba sus piernas y las colocaba encima de las suyas.
—¿Habías esquiado antes? —preguntó habiendo una caricia en su pie.
Ella se burló de buena manera y luego sacudió la cabeza en un no.
—No he tenido la oportunidad…
Andrew la detalló por un rato muy serio, pero luego sonrió para ella.
—Vas a conocer todo… Solo debemos escaparnos de vez en cuando… Tenemos mucho tiempo para hacerlo y me encantará ver tus ojos cuando descubras cada cosa.
El gesto dulce y alegre de Nat se borró al instante mientras probó nuevamente el trago amargo.
—Andy…
—Hum.
—¿Crees que tú y yo podemos ser fuertes como para resistir cualquier cosa?
—¿A qué te refieres? —Andrew soltó su pie y luego se acercó como un cazador hacia ella.
Nunca pasaban más de un minuto separados y aunque a Nat le encantaba en sobre manera su forma dominante de ser, esta vez necesitaba tener un espacio para saber su reacción.
—Me refiero a las cosas que puedan pasar. El hospital, los rumores de pasillo, el hecho de que eres un médico reconocido y yo una estudiante de medicina…
Andrew sonrió tomando su rostro y luego dio besos cortos en la comisura de su boca.
—¿Te he dicho que me excita el saber que estas bajo mi orden en el hospital? He soñado estos días en volver solo para solicitarte… Cuando yo quiera… Y…
Nat puso una mano en su boca, el juego de seducción que Andrew generaba en su cuerpo era perturbador, pero mucho más fuerte era su deseo por saber una respuesta de su parte.
—Tu familia, la mía que, estoy segura me hará un escándalo en cualquier momento. ¿Crees que tendrás la fuerza y voluntad para mediar con esa situación?
El rostro del hombre se puso serió para luego tomar las mejillas de Nat con autoridad.
—No dejaré que nadie te dañe a partir de ahora Nat… ni tu familia, ni la mía, ni nadie que se interponga en mi camino. Estás conmigo ahora, y lo único que quiero, es ver esta boca estirarse hacia los lados, por mi causa… por tu propia causa, quiero verte feliz…
Nat solo pudo abrazarlo fuerte mientras reprimía sus ojos en los hombros anchos de Andrew, intentando pensar qué era lo siguiente que podía hacer para disolver el trato con su mismo padre.
Lo único que sabía es que así tuviese que dormir dos horas en el día, no seguiría recibiendo dinero de Jarol, y arreglaría este asunto antes de que se saliera de las manos…
Buscaría un trabajo, no importaba cuál, devolvería lo que Jarol le había dado y, después… intentaría hablar con Andrew.
*
Después de unas horas, esquiaron, comieron en un chalet y pasaron el día juntos hablando de su infancia, de los momentos más difíciles ante la ansiedad de Andrew para finalmente llegar en la noche a la cabaña y cerrar el día con una botella que él mismo compró para celebrar la ocasión.
Estaban demasiado pasados de copas y terminaron en una alfombra frente a la chimenea demostrándose toda la pasión que desde el primer día los invadió, y luego de que Andrew vio a Nat con los ojos cerrándose, la ajustó hacia su cuerpo desnudo mientras se colocaba una manta encima.
—Eres una floja —le susurró cerca de su oído mientras la sonrisa de Nat se extendía por toda su cara.
—Estoy ebria por el licor, por el sueño, y porque eres insaciable… literalmente estoy agotada —pudo ver como ella bostezó ovillándose como una chiquilla, entre tanto él correspondió el abrazo.
Vio como los ojos de Nat se cerraron completamente y llevó sus dedos para retirar los mechones de cabello castaño de su cara.
Se había vuelto un hábito verla dormir. De cierta forma Nat hacía que toda su angustia, la ansiedad y la aceleración del día a día disminuyera de una forma mágica. No podía describir la confianza que sentía al estar a su lado, que ella misma desconocía que le daba, y ahora que lo pensaba, había desarrollado una especie de dependencia para con ella.
—Te amo Andy… —Nat dijo casi imperceptiblemente y aunque Andrew tomó su barbilla, supo que ella ya estaba completamente sedada por el sueño y la botella de vino que se habían tomado.
Esta vez no pudo sonreír al escuchar tal confesión, su pecho hundido y su respiración agitada solo lo alertaron por la sensación que lo abrumaba, y delineando su boca lentamente besó sus labios mientras reprimió sus ojos.
—Yo también lo hago… y ni siquiera sé qué hacer con esto, Nat… tengo mucho miedo…
***
A la mañana siguiente, su cuerpo estaba siendo sacudido dócilmente mientras muy en el fondo escuchaba su voz y apodo favorito.
—Andy… despierta… —lentamente sus ojos se abrieron y un golpe vino a su frente.
—Desteto el vino por este motivo —respondió Andrew llevando la mano a su frente.
—Sí, duele horrible, ni sé por qué me dejé convencer de ti —un beso fue incrustado en su boca, que hizo que sus ojos se abrieran rápidamente para ver a Nat con una camiseta suya y el cabello revuelto.
Ella lo mataba. Lo hacía con y sin intensión.
Su sonrisa se ensanchó para luego tomar su cintura haciendo que Nat se cayera encima de él. Pero su mirada estaba angustiada.
—Me encantaría quedarme aquí contigo para siempre —ella intentó explicar—. Pero recuerda que mi madre dijo que iría en la mañana… y estoy preocupada por ella.
Andrew tomó sus mejillas asintiendo para luego besar sus labios sensualmente.
—No te preocupes, ¿Qué hora es?
—Las seis…
—Bien, en una hora estará el helicóptero aquí… así que, ven aquí…
Nat soltó unas carcajadas ajustándose a su cuerpo, y en cuestión de segundos su rostro pasó de un divertido a un completamente extasiado.
Después de unas horas, el helicóptero estaba aterrizando en el mismo helipuerto donde Andrew dejó el auto ayer, y unos minutos después, estaban yendo camino al apartamento cerca de la universidad donde vivía Nat, aunque esa sonrisa que adoraba, había desaparecido.
—¿Estás bien? —él tomó su mano mientras ella lo observó.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El precio de tu Amor