Ana salió de la habitación sintiendo la mirada aniquiladora de casi todos los presentes.
Ahora lo entendía mucho mejor, pero lo único que estaba congestionando su vida entera en este momento, eran esos ojos que casi le traspasaban el alma.
Había llegado la hora, y su mirada le indicó a Xavier que era el momento de retirarse para hablar.
—¿Nos vamos? —los brazos de su hombre envolvieron su cintura mientras ella asintió.
Caminó lento por el pasillo, había prometido a Andrew entrar nuevamente, pero por el tipo de noticia que le daría a Xavier iba a ser necesario que estuvieran solos, cómodos, y algo relajados para el momento.
—¿Qué te parece si vamos a un hotel, pedimos comida y, descansamos…? Mañana quiero venir a despedirme de Andrew, sé que tenemos trabajo en L.A. que no puede esperar…
Xavier se frenó de golpe.
—Haré todo lo que quieras, pero no quiero perder un minuto más sin que hables conmigo de lo que te sucede. Creo que ya estoy al límite, Anaelise.
—Estoy de acuerdo contigo —Ana puso sus manos en su rostro tratando de forjar una sonrisa—. Vamos, serán unos minutos, y podremos bañarnos, quitarnos el peso del viaje y relajarnos…
Él rayó sus ojos por unos segundos y luego tomó su mano para comenzar a caminar.
Tomaron un taxi, Xavier le indicó ir a un buen hotel de Durango al conductor, y para cuando estuvieron en la recepción, pidió comida para el almuerzo y algunos postres para después, en la habitación.
El ascensor subió al quinto piso donde encontraron la habitación 505 y en momento que entraron, Ana dio un suspiro al ver el enorme sofá que decoraba una sala de estar.
Sin pensarlo dos veces se tiró en la parte acolchonada, quitando sus zapatos mientras su mano iba a la parte baja de la columna.
O se estaba volviendo vieja o… este embarazo la estaba agotando más de lo normal. Sentía que un camión inmenso se había estrellado con ella.
—Pareces cansada… —ella alzó la cabeza solo para negar.
—¿Esa es la forma menos fea de decirme que me veo horrible? —Xavier negó sentándose al sofá, quitando sus zapatos también, y luego tomando los pies de Ana en sus manos para apretarlos.
—No hay manera de que pueda decir tal cosa, siempre eres hermosa a mis ojos… pero quiero decirte que, en estos días, he sentido miedo para contigo, no te lo puedo ocultar.
Anaelise se sentó de golpe restregando sus ojos.
—¿Por qué tienes miedo realmente? —Xavier agachó la mirada.
—Nunca me habías ocultado algo, siempre me decías las cosas a la primera, incluso podía descubrirlas antes de que hablaras. He estado intentando descubrir el hecho del por qué estás distante…
—¿Distante? —Ana entrecerró los ojos.
—Sí, lo estás… te siento lejos de mí como ningún otro momento y aunque he pensado en todas las posibilidades… solo una ha acrecentado mi angustia.
El corazón de Ana comenzó a latir muy rápido. Su cuerpo estaba caliente, y podía jurar que sus mejillas estaban rojas. No podía descifrar qué tenía Xavier en la cabeza, pero estaba de acuerdo con él. Significativamente había un distanciamiento entre ellos.
La duda, la incertidumbre y sobre todo, el miedo de que él rechazara a su bebé.
No podía mentirse, en un principio eliminó la idea de ser madre. En el momento en que pensó había esa posibilidad, creyó que ella nunca sería ideal para estar a cargo de una persona tan pequeña. Y aunque seguía sosteniendo ese pensamiento, el simple hecho de que estuviera en su vientre y de que fuera suyo, algo que por fin le pertenecía en su totalidad, de cierta forma la hizo sentir invencible.
Ana no podía creer lo rápido que se escuchaban los latidos en sus oídos, y nuevamente recordó cuando escuchó el corazón de su bebé, diciéndole sí, soy tal real como lo escuchas.
No pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas mientras Xavier la observaba expectante, sin embargo, cuando su boca se abrió para confesar, él se adelantó diciendo:
—¿Hay otra persona?
Sus ojos se agrandaron más y fue inevitable que las lágrimas se le derramaran.
—No me jodas, Ana… ni siquiera te dejo respirar… yo, simplemente —Xavier se levantó evidentemente al borde de la crisis y luego se giró a ella con los ojos llenos de furia mientras ella tomó sus piernas y las abrazó—. Ni siquiera… quiero escuchar ahora…
Y justo cuando él caminó en dirección de la puerta Ana se esforzó por decir:
—Sí… hay un tercero, Xavier… estoy embarazada.
Los pasos de Xavier comenzaron ir más lento hasta que le fue imposible seguir. Ahora mismo su pecho estaba quemándolo, mientras todos sus sentidos se agudizaron.
Ella lo vio girar despacio, como si cada movimiento le doliera, como si ahora mismo le estuviera costando un mundo respirar.
A Ana le dolió el estómago solo con ver su expresión aterrada. Y no sabía si toda la emoción junta estaba volviendo a confundir su cuerpo, porque aquí estaba ella con el sudor en su frente y unas náuseas que estaba intentando controlar por el momento.
Sin embargo, el rostro carente de color, no era el de ella.
—¿Desde cuándo… lo sabes? ¿Estás segura? —ella asintió limpiando sus lágrimas y dejó caer las piernas al suelo.
—Me enteré ayer por la mañana… yo… estaba sintiéndome muy mal desde hace unas semanas y mi periodo también se retrasó. No me preocupé por ese hecho demasiado, siempre tuve desórdenes hormonales, tú lo sabes, pero esta vez tenía esté aparato… que por cierto Kath lo retiró… Xavier no fue mi intensión cambiar los planes… nunca pensé qué…
La explicación de Ana se frenó cuando vio que Xavier tenía la mirada perdida y que su frente estaba perlada de sudor. Su mandíbula comenzó a temblar mientras vio su pecho agitado.
—No… pero han cambiado… definitivamente…
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