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El precio de tu traición: Obsesión Fatal. romance Capítulo 4

Logan.

Golpeo el escritorio con la base del vaso. No lo suficiente para romperlo, pero sí para hacer que el líquido se derrame.

Un simple hecho que sirve para recordarme que estoy despierto. Que esto no es una m@ldita repetición del pasado.

Pero no hay paz. No cuando ciertos fantasmas aparecen con un vestido blanco y una sonrisa de museo, como si todo fuera una obra de arte que solo ella comprende.

Ajusto el nudo de la corbata y me quito el saco que lanzo hacia la mesa. Me estorba y roza la herida que me hice de la manera más estúpida.

El saco, el lugar, el ruido...El recuerdo de lo que sucedió en la noche.

Por rabia. Por tensión. Por no tener a quién romperle la cara para quitarme tanto estrés debido a este trabajo.

Pulsar un botón y investigar algunas cosas habría sido fácil. Pero eso habría significado que me importa. Que algo se movió. Y yo no soy ese tipo de hombre. Nunca lo fui.

Reviso el informe frente a mí sin leer una sola palabra. El comité quiere claridad. Quiere explicaciones, como si encontrar un nombre en un sitio donde no se tienen conexiones ni topos fuera fácil.

Tomo la botella harto de fingir que no pasa algo que sí sucedió. Vuelvo a llenar el vaso. No por sed. Por costumbre. Por tener mis manos ocupadas. Porque lo único más fuerte que la imagen de Evelyn en mi cabeza… es lo que he hecho todos estos años para contrarrestarlo.

Lo escribo y lo borro tantas veces que termino lanzando el bolígrafo al suelo. Respiro profundo y leo el apellido asqueroso que carga.

Lo tacho con otro bolígrafo y pongo el único que cargó siempre. Springsteen.

Me levanto para salir de mi oficina y me acerco a los escritorios de mis suboficiales.

—Dame todo lo que tengas de ella— le entrego el papel con el nombre escrito con mi puño y letra. Ortega me mira con el ceño fruncido.

—¿Alguna pista nueva?

—Quiero todo de ella desde hace seis años hasta la actualidad— me enderezo con la rigidez que quema mi espalda. —Que ningún dato se te escape.

Necesito saber como cayó tan bajo para casarse con Ashford si no se congeló nada de...

—El comité solicita tu presencia— Lee palmea mi hombro sentándose en su lugar con un folder azul en las manos—. Están de muy buen humor. Con eso quiero decir lo contrario.

—Que se quiten el enojo de otra manera. No tengo paciencia para ellos ahora.

—¿Ahora qué le pasó?— lo escucho preguntar hacia Ortega mientras lanzo la puerta al ingresar a mi oficina.

Mi auto está destrozado y por ello omito asistir a la dichosa reunión y me encargo de buscar el reemplazo temporal. Podría pedirlo a mi asistente, pero ella pregunta por cosas que ahora mismo no estoy en condiciones de soportar.

Uno de los privilegios del apellido que cargo es la facilidad con la cual se ponen a mis pies. Me pasan con el gerente en cuanto me identifico, logrando que el modelo que busco me lo aseguren para la mañana.

Mi familia viene de un linaje que se ha entendido por diversas ciudades alrededor del mundo...no todas reconocidas abiertamente.

Me traen la comida de un restaurante reconocido diferente a todos los días desde que llegué, pero no se me apetece lo que veo en la bandeja. Me parece más una broma lo que eligieron porque...

—Soy alérgico al bacalao— le recuerdo a la mujer que me mira con la cara roja.

—Lo siento, no tenía idea— Mirel tira de la bandeja de nuevo—. Como lo trajeron para usted, pensé que...

—¿Lo trajeron? ¿Quién?— inquiero deteniéndola.

—De Oliver Soren, según la tarjeta— la mención me hace doler el puño al romper el bolígrafo que se vuelve añicos. Mirel gira el plato mostrándome el papel que había colocado entre el envase y un vaso de cristal.

La tomo entre los dedos sin decir una palabra con una idea de donde pudo venir tal gesto.

—Lanza eso a la basura o dáselo a quién no pueda morir al ingerirlo— espeto dejando la tarjeta solamente. No pienso darle tiempo al intento absurdo mientras tengo más situaciones por resolver que una fallida de la que intuyo el origen.

Limpio mi escritorio de todos los pendientes antes de que caiga la noche, relajando mis músculos al no dejar nada pendiente para cuando Mirel vuelve en busca de los papeles que recoge para llevarse, en lo que me acomodo el saco.

—Dejaron algo para usted— me dice al pasar por su escritorio con ella detrás de mí. Se acomoda los lentes y tropieza con las manos, buscando entre carpetas. Deja de murmurar cuando encuentra y me extiende una carpeta roja que deja sobre mi mano al pedirla. —El teniente Ortega dijo que lo pidió para hoy.

Medio muevo la cabeza y ella relaja los hombros al verme marchar hacia el ascensor.

El taxi me está esperando, y aunque está entre las cosas más desagradables que puedo hacer, abordo con los documentos que no leo, pero sí mantengo en la mano. Detesto la lentitud con la que conducen, el tráfico que toman casi a propósito, como si no hubieran rutas alternas.

Volteo hacia el lado izquierdo de la calle. La multitud parece atascarse por sí mismas en una sola zona. El grupo ve una pantalla como si fuera la gran maravilla del mundo.

—La llegada de la heredera de los Springsteen los tiene a todos vueltos locos— me dice el taxista devolviéndome a la realidad.

El apellido me hace ver a la pantalla donde se muestran imágenes de una gala en la que, por lo que veo, asistieron todos los buitres con título.

—Desde que abandonaron la ciudad hace años no se supo nada de su círculo hasta anoche— añade—. Muchos en Hampshire queremos que ellos regresen a la corona.

—Siendo criminales, lo dudo— menciono en un tono desinteresado, pero él me ve como si hubiese dicho la peor aberración del planeta.

—No soy quién para juzgar a esa familia, pero lo que sí puedo decir, es que Inglaterra estaba mejor con ellos al poder— me suelta sin volver a verme.

Antes creía que esa fascinación era una lealtad comprada, pero el comentario me hace entender, que posiblemente no sea así.

Pasan diez minutos y el taxi no se mueve, el embotellamiento es extenso y lo único que sé es que no pienso pasarme otra diez minutos allí. Le pago el tramo recorrido y camino entre el bullicio que me rodea. Es más rápido.

Capítulo 4. 1

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