Como cualquier chica enfrentando un asalto sexual, Valentina estaba aterrada, era imposible mantener la calma en una situación así.
—¡Suéltame! ¡Aléjate! ¡Ah! —Gritaba, mientras intentaba defenderse como podía.
¡BAM! La puerta se abrió de una patada. Era Mateo.
Con pasos firmes, agarró a Gael y lo arrancó de encima de Valentina, propinándole un puñetazo directo al rostro. Gael cayó estrepitosamente al suelo y él continuó golpeándolo con un segundo, tercer puñetazo... hasta dejarle el rostro cubierto de sangre.
—Mateo... Mateo... —Llamaba ella.
Al final, lo soltó. Y, con cautela, se acercó a Valentina, que temblaba incontrolablemente, aterrorizada. Notó una marca roja e hinchada en su mejilla derecha, su vestido levantado revelando sus muslos, con la parte interna de sus piernas llena de marcas rojas donde la había manoseado. Era la viva imagen de una mujer que había sido brutalmente maltratada. Cuando entró y vio a Gael sobre ella, con sus piernas separadas, sus venas palpitaron debido a la furia.
—¿Te tocó? —preguntó, respirando agitadamente.
—No... —Respondió con los ojos enrojecidos.
—¿Segura? Déjame ver.
Mateo subió ligeramente el vestido para revisar su ropa interior, confirmando que estaba intacta, sin señales de violación. Sintió un gran alivio, pero su rabia persistía. Cuando intentó levantarse para seguir golpeando al imbécil, ella lo abrazó con fuerza, sujetándolo.
—Ya no lo golpees... Quiero irme de aquí, llévame contigo.
Gael yacía en la alfombra, con la cara ensangrentada y la mirada desenfocada. Un golpe más podría matarlo.
Así que, se contuvo. Envolvió a Valentina en su abrigo y la cargó en brazos.
[...]


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