Mateo y Luciana regresaron a la habitación SVIP con vista al mar. Él se quedó de pie junto al ventanal.
Un cuerpo suave lo abrazó por detrás, unas manos recorrieron su pecho con sensualidad.
Era Luciana.
Se giró hacia ella. —¿Qué pasa?
Luciana contempló su cara con adoración. Era de noche, un hombre y una mujer solos en una habitación, era el momento perfecto para echar pasión.
—¿Has estado con una mujer? —Preguntó, seductoramente.
—¿Por qué preguntas eso?
Ella sabía que había sido la única mujer en la vida de Mateo hasta que estuvo en coma por tres años. Al despertar apareció Valentina, pero sabía que nunca la había tocado.
Pero él era un hombre joven y vigoroso, ¿acaso no tenía necesidades?
Las últimas veces que se le había insinuado, la había rechazado.
Aunque insistía en entregarse solo después del matrimonio, podía darle un adelanto.
Sus manos recorrieron el pecho de Mateo sugestivamente. —Yo puedo ayudarte.
Sus uñas, pintadas de un tono rojo brillante, contrastaban contra la camisa blanca de Mateo, quien hacía poco se había duchado.
Luciana se puso de puntillas para besar su cara, mientras sus manos bajaban hacia el costoso cinturón negro en su cintura, intentando desabrocharlo. —Nunca he estado con un hombre, no tengo experiencia.
Él la empujó y ella cayó sobre la suave cama.
Su visión se oscureció cuando él se arrodilló a su lado.
Luciana se derritió como una paleta de agua, amaba la actitud dominante de Mateo.
Mate se inclinó sobre ella, a punto de besarla.
Ella cerró los ojos, esperando el beso.

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