Todo estaba bien con Luis.
La enfermera se retiró.
Entonces , escuchó la voz de Fernando desde el pasillo: —Presidente, la herida en su mano no puede esperar más, necesita atención urgente o podría perder la funcionalidad.
Ella alzó la mirada y vio la imponente figura de Mateo junto a la puerta; él había estado allí todo el tiempo.
—Señora, por favor, diga algo. —Suplicó Fernando. —La mano del presidente no deja de sangrar.
Ella inspeccionó la sangre en el suelo, consciente de que probablemente necesitaría muchos puntos. Se levantó y caminó hacia la puerta. Al verla acercarse, Mateo se enderezó ligeramente, sus ojos brillando con esperanza.
—Sabía que la señora seguía preocupándose por el presidente. Señor, por favor, vamos a tratar esa herida... —Comenzó Fernando con alegría, pero en ese instante Valentina extendió la mano y cerró la puerta de golpe.
Ambos quedaron atónitos ante el portazo. Fernando suspiró con resignación mientras que a Mateo se le apagaba la chispa de la esperanza. A través del pequeño cristal de la puerta, vio cómo ella regresaba junto a la cama, tomaba la mano de Luis y se quedaba dormida inclinada sobre el borde. Mateo esbozó una sonrisa amarga.
Una semana después, Mateo sabía que Luis se había recuperado satisfactoriamente. Mientras revisaba varios documentos en su oficina, recibió una llamada de Dolores. Desde aquella vez que Valentina la había llevado a comer helado y al spa, la abuela había sido castigada sin poder salir.
—Hola, abuela.
—Mateo, ¿qué han estado haciendo que ya no vienen a visitar a la abuela? Esta noche quiero que la traigas a cenar, los extraño. —Dijo, cariñosa.



VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Precio del Desprecio: Dulce Venganza