¿Qué? Los rostros de Luciana y Catalina cambiaron por completo.
—No me digas, ¿acaso el señor Figueroa no te contó que anoche nos besamos? —preguntó Valentina fingiendo sorpresa mientras miraba a Luciana—. Anoche el señor Figueroa me besó de forma tan torpe, sin ninguna gracia. Su forma de besar es tan mala que me hace dudar si realmente alguna vez ha besado a alguien.
Luciana lo miró conmocionada. ¿Había besado a Valentina?
El rostro de Mateo palideció completamente, sintiéndose fuera de sí, ¿cómo se atrevía a revelar ese beso a Luciana o a criticarlo públicamente por su forma de besar? Sus ojos se clavaron en ella.
—¡Valentina! —la llamó con disgusto.
Pero, ella rio con frialdad. ¿Qué? ¿Se molestaba porque había dicho un par de verdades a Luciana?
—¿Qué tanto gritas? Besas tan mal que no quiero pasar un minuto más casada contigo. ¡Divorciémonos!
Nadie pronunció una sola palabra.
¿Acaso se había vuelto loca?
—Bien, ¡divorciémonos ahora mismo! —espetó Mateo, sus rasgos tensos en líneas afiladas.
Media hora después, Valentina iba sentada en el asiento trasero del Rolls-Royce Phantom de Mateo, quien conducía hacia el ayuntamiento. El lujoso interior del auto estaba sumido en un silencio absoluto.
—Anoche, ¿quién te recogió? —preguntó él mientras sus manos, adornadas con un costoso reloj, tocaban el volante con fluidez.
"Anoche" Esa palabra provocó un tirón en los nervios de Valentina. —Anoche, el hombre que enviaste no era mi tipo, así que busqué a otro —hizo una pausa—. Busqué a un hombre que sí sabe besar.
—¿Adónde me llevas? —preguntó Valentina inmediatamente.
—La abuela quiere verte. Sabes qué hacer cuando lleguemos, ¿verdad? —respondió él sin emoción.
—¿Fingir que nos amamos? No voy a fingir —dijo Valentina con ironía.
Mateo rio con frialdad: —¿No era eso lo que te encantaba hacer frente a ella?
El corazón de Valentina dolió. Dolores estaba muy enferma; antes, cuando visitaban la mansión, él siempre era frío con ella y ella intentaba fingir que había amor entre los dos. Ese había sido un espectáculo unipersonal, y ahora él lo usaba para burlarse de ella.
Media hora después llegaron a la mansión de los Figueroa. Mateo no se tomó el tiempo de abrirle la puerta, así que bajó sola y se dirigió a la casa. Mientras caminaba por el jardín, se encontró de frente con Mariana Figueroa que salía de la casa.

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